—¿Yo? Bien, ¿y tú?
—Como cada día, esperando tu llegada. Ya era hora…
—Va, no te quejes, y deja ya de sonreír. Siempre haces igual. Será que no estás acostumbrado a verme. A ver cuando te comportas de modo normal.
—Tú también sonríes al verme cada vez que llegas. ¿O es que no te ves? Y sonrío porque estoy contento de verte. Además, quiero salir un rato.
—Es verdad. ¿Qué voy a hacer contigo?
—¿Ponerme el collar y bajar a la calle?
—Pues eso. ¡Vamos, anda!
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