Revista Cultura y Ocio
Si en la proposición "Todo es inestable" el "es" fuera inestable, se seguiría que "Todo es inestable y todo no es inestable", lo que es absurdo. Luego, para que la proposición "Todo es inestable" sea verdadera el "es" debe ser estable en su enunciación afirmativa y aquélla ha de circunscribirse a un todo que excluya al ser que es por sí. Por tanto, para que algo pueda ser inestable el ser debe ser estable. De donde se infiere que lo inestable no es el todo y participa del no-ser. Ahora bien, si la materia es inestable, nadie podrá afirmar que la materia es el todo o el ser.
Si, por el contrario, quisiera sostenerse que "Todo es estable y todo es materia", será preciso examinar si un aserto de esta índole resulta congruente. La materia, incluso tomada en su conjunto en toda la extensión del universo, nunca es igual a sí misma en sus cualidades materiales, puesto que cambia de forma, tamaño y lugar. En cambio, sí es igual a sí misma en sus cualidades ónticas, pues nunca es superior o inferior a sí misma. En consecuencia, quien tal pretendiera debería afirmar que la materia, que lo es todo, es estable e inestable, refutando su propia tesis e incurriendo en contradicción, toda vez que nada es superior a sí mismo y, sin embargo, lo estable es superior a lo inestable en atención a que tiene más ser, al ser más duradero y estar menos condicionado.
En suma, cualquier sistema filosófico basado en que la materia es el todo, ya se conciba ésta como estable o como inestable, es falso.
Spinoza intentó resolver estas aporías postulando una materia estable (la sustancia) como fundamento de una materia inestable (los modos). Lo que es tanto como postular una materia inmaterial y una materia material, o como afirmar que la materia es estable e inestable, superior e inferior a sí misma al mismo tiempo.