Seguimos con el tema del proceso catalán, un nuevo capítulo de lo que calculo será un proceso que va a durar años. Combatir el statuquo, tirarlo abajo, lograr unas mayores cuotas de democracia y conseguir que los catalanes podamos votar nuestra relación con España o fuera de ella no es fácil. Tenemos que combatir un statuquo estatal, pero también sacar de su zona de confort a los políticos catalanes.
Hay quienes lo hacen con mayor o mejor soltura y hay quienes no. Hoy sabemos que en lugar de una consulta realizada mediante un decreto, vamos a una consulta en que no hay decreto que el TC pueda suspender, sino a una consulta igual pero sin decreto de convocatoria. Donde va a requerir más esfuerzo ciudadano para llevarla a término y que forma parte de este proceso de desobediencia civil.
Forma parte de un proceso que desde el momento que el TC suspendió el decreto de convocatoria estábamos realizando un ilícito (o bordeando la legalidad). Estámos haciendo desobediencia civil. Y como tal hay que medirla. No me atrevo a decirle a Mas que haga una convocatoria que podría obligar a miles de funcionarios a escoger entre la desobediencia a una orden administrativa o la inhabilitación. El govern ha optado por esta argucia legal de no hacer un decreto pero ofrecer todo el aparataje administrativo posible.
Es evidente que no es una consulta con todas las garantías. Desde el momento en que el TC decidió que actuaba como un tribunal político a las órdenes del statu-quo, la consulta era ilegal y no podría existir una campaña adecuada.
Muchos creían que Mas se rajaría, yo he sospechado en algunos momentos, pero al final Mas y la mayoría (ahora no tan mayoritaria después del desmarque de ICV) parlamentaria detrás de la consulta ha llegado hasta allí donde ha podido. Lo siguiente sería asumir penas de prisión y meter una presión sobre los funcionarios que posiblemente no era aceptable.
A ICV les ha pillado con el carrito de los helados. Confiaban que Mas no se atreviera a terminar de convocar nada y así no tendrían que desmarcarse, pero no ha ocurrido. Sigo perplejo que ICV pida más garantías a la consulta que al “multireferéndum” que ellos mismos impulsaron, o que un partido de carácter post-capitalista y que teóricamente quiere superar el sistema sienta tanto vértigo ante un ejercicio de desobediencia civil y política tan suave.
Dejando a un lado a ICV, no acepto hoy cierta hipocresía. Algunos activistas políticos que dicen “ah.. como la consulta al final no hay un decreto no votaré porqué no tiene garantías”. Es pura hipocresía. No iban a votar igualmente hace 24 horas, ni 48, ni 15 días. Desde la resolución del TC para suspender el decreto de convocatoria ya decidieron no participar de la votación. Algunos desde antes, con la matraca de “legal y acordada”.
Sigo preguntándome cómo pretenden una consulta legal y acordada si el 9 de noviembre los ciudadanos catalanes no vamos ni a votar una consulta de calçotada. Si el 9 de noviembre la consulta pincha, el proceso pincha. No sólo es que no haya elecciones plebisicitarias. No hay presión a favor de una consulta. No hay presión para una tercera vía. Se acabó. La energía del proceso se habrá evaporado. Al menos para los próximos 5 o 10 años.
Las oportunidades políticas no son las que uno dibuja en un papel teórico. Mi hoja de ruta ideal no es esta. Pero es la hoja de ruta que nos hemos encontrado, la que mejor hemos sabido construir, con errores y aciertos. Porqué no luchamos en igualdad, no es un combate igual entre actores políticos. Sino desigual. Luchamos primero contra el statu-quo catalán, y después contra el español. Luchamos contra toneladas de prejuicios y miedos. Luchamos contra el miedo al cambio. Luchamos contra los intereses partidistas que se suelen anteponer a un proyecto de más calado. Porqué participamos del juego político. Y para superarlo tenemos cosas tan raras como una pregunta que ha sido condicionada por quienes en el último momento se desmarcan. Tenemos cosas tan raras como unos antisistema aceptando la real polítik por un objetivo de mayor calado.
Las objeciones que leo en algunos me recuerdan a los últimos 4 años de objeciones al movimiento sindical. “No participo en esta consulta porqué aunque quiero que haya una consulta, esta no tiene garantías”, suena tanto a “no participo de esta huelga general porqué aunque estoy en contra de la reforma laboral hay que hacer una huelga general indefinida”.
No, no va a haber una huelga general indefinida sin que una huelga general de un día sea un rotundo, incontestable y aplastante éxito. Te guste o no. Antes ha de funcionar una huelga general ordinaria. Sino los actores que hay en medio no se van a atrever a convocarla ni otros la van a considerar una amenaza viable.
Tampoco va a haber una consulta legal y acordada si la que hacemos como un acto reivindicativo no va a tener una participación digna de ese nombre. Ni los actores políticos que quieren impulsar con más energía la consulta legal van a seguir por esa vía, ni los que la están bloqueando se van a asustar, si la consulta del 9 de noviembre fracasa.
Es así de sencillo. Y al final desde un punto de vista de “sindicalista”. Puede que los delegados sindicales no sean los mejores, ni la convocatoria de huelga la mejor. Pero si la huelga fracasa, todos fracasamos. Los que dicen querer una huelga indefinida o los que defienden la huelga parcial.
Si el 9 de noviembre fracasa porqué los catalanes no vamos a votar y no porqué lo ha parado el gobierno de Rajoy. No habrá consulta acordada en el futuro. No habrá referéndum. No habrá reforma federal digna de ese nombre. Al menos en esta generación.
¿O es que tenéis en el bolsillo otro momento histórico con la fuerza social que tenemos hoy y la capacidad de presión política actual? ¿Cuántos años creéis que se tarda en tener una tercera oportunidad como esta?