Supongo que sobre la serie Fallout (Prime Vídeo) habrá dos líneas de opinión, la de quienes sean devotos del juego y la de los que, como yo, no sabíamos ni que existía. Basada, sí, en una serie de videojuegos de éxito, los creadores Geneva Robertson Dworet y Graham Wagner han conseguido aunar humor negro, sangre (mucha sangre), western, zombies y elementos narrativos de los videojuegos, para configurar una serie muy entretenida y con una producción cuidada.
Si algo me ha gustado, de forma especial, de esta historia, que parte de lo que podría haber ocurrido si la guerra nuclear se hubiera producido a mitad del siglo pasado, es que no plantea ninguna reflexión filosófica sobre la tendencia del ser humano a destruir todo lo que toca, incluso a sí mismo. Es la estupidez, pura y dura, que aparece, en cada capítulo, en forma de ironía, frases que podrían salir de una película de Tarantino y humor negro, que construye una tragicomedia post apocalíptica. Con una actuación correcta de Ella Purnell y Aaron Moten, resulta muy atractivo el papel del supuesto villano, interpretado por Walton Goggins, que capta la atención desde que aparece en la pantalla, y no sólo por la falta de nariz que le ha provocado la radiación. Mención aparte merecen los papeles de reparto de Michael Emerson y su perro, y de Kyle MacLachlan que, quizás por tenerlo asimilado a Dune y a Twin Peaks, es quien más me sitúa en el lenguaje de la ciencia ficción.
Por último, Fallout crea un ambiente brutal, al combinar las canciones más alegres de la música ligera estadounidense de los años cincuenta, con los capítulos más dramáticos y sangrientos de la serie. Por cierto, parece ser que la segunda temporada ya ha sido renovada...