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Si la inteligencia es la norma, la estupidez se vuelve más interesante

Publicado el 08 noviembre 2012 por Desequilibros
En lugar de pensar en la genética de la inteligencia deberíamos intentar analizar "la genética de la estupidez". Una vez que los genes de la inteligencia quedaron fijados, las mutaciones genéticas es más probable que sean perjudiciales que beneficiosas. Simplemente hay más formas de estropear algo que de mejorarlo.
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Pocos de nosotros somos tan inteligentes como nos gustaría; la inteligencia humana varía. Y esto es importante porque las peronas más intelgientes generalmente ganan más dinero, gozan de mejor salud, se siente más felices y también viven más tiempo.
Si la inteligencia es la norma, la estupidez se vuelve más interesante ¿Pero de dónde viene la inteligencia? ¿Cómo se construye? Los investigadores se han esforzado por encontrar la respuesta en nuestros genes. Han analizado los genomas de miles de personas, han buscado variantes genéticas que influyan claramente en la inteligencia y han encontrado la espectacular cantidad de dos.
Una determina el riesgo de padecer Alzhéimer y afecta al coeficiente intelectual solo en la época final de la vida; la otra parace generar un cerebro más grande pero, de media, hace aumentar el coeficiente intelectual 1,29 puntos.
Puede que entren en juego otros factores genéticos: un informe del año pasado llegaba a la conclusión de que varios centenares de variantes genéticas tomadas en conjunto parecían explicar del 40 al 50% de las diferencias en la inteligencia de los 3.500 sujetos del estudio. Cuando los autores intentaron usar los genes para predecir las diferencias en la inteligencia, solamente fueron capaces de explicar el 1%.
"Si es tan difícil encontrar un efecto de solo el 1%", decía a la revista New Scientist Robert Plomin, catedrático de genética del comportamiento del King's College de Londres, "lo que realmente se está demostrando es que la taza está vacía en un 99%".
¿Pero realmente está vacía la taza genética o simlemente no buscamos lo que debemos? Kevin Mitchell, neurogenetista del desarollo en el Trinity College de Dublín, cree esto último. En un ensayo publicado en julio en su blog, Wiring the Brain, Mitchell proponía que, en lugar de pensar en la genética de la inteligencia deberíamos intentar analizar "la genética de la estupidez".
La premisa de este argumento es que, una vez que la selección natural determinó los genes que construyen nuestros grandes e inteligentes cerebros humanos, dichos genes quedaron "fijados" en la población.
Pero en otros dominios genéticos sí que nos diferenciamos mucho; por ejemplo, en la carga (el número) de mutaciones. La mayoría de las mutaciones no tienen ningún efecto. Pero las que sí lo tienen es más probable que sean perjudiciales que beneficiosas, dice Mitchell en una entrevista, porque "simplemente hay más formas de estropear algo que de mejorarlo".
También heredamos un rasgo conocido como estabilidad del desarrollo, que mantiene el rumbo del material genético. Se pone de manifiesto de un modo más evidente en la simetría física. Los dos lados de nuestros cuerpos y cerebros se construyen por separado pero a partir del mismo material de 23.000 genes. Si alguien tiene una estabilidad del desarrollo alta, los dos lados de su cara serán idénticos. Además, la simetría y la inteligencia tienden a estar unidas porque ambas están relacionadas con la estabilidad del desarrollo.
Leonid Kruglyak, científico de la Universidad de Princeton en New Jersey, señala que hace mucho que los genetistas han admitido que las mutaciones "podrían arrojar arena a los engranajes del cerebro" y que los rasgos compejos surgen de manera complicada.
Mitchell está de acuerdo. "Esta no es una idea nueva", opina. "Pero no es la generalmente se ha contemplado en los estudios sobre inteligencia.
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• David Dobbs para The New York Times.
• Artículo original en inglés: If Smart Is the Norm, Stupidity Gets More Interesting. 22 de octubre de 2012.
• Traducción sacada de El País del jueves 8 de noviembre de 2012, del cuadernillo impreso que recoge colaboraciones del diario neoyorkino. Sin enlace web.
• La imagen es la orignal que ilustraba el artículo y es de Lars Leetaru.

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