Revista Cultura y Ocio
Si la potencia fuera su propio sujeto, no sería potencia de algo sino potencia de sí. Pero esto es contradictorio, ya que todo lo que existe es igual a sí mismo, y si la potencia es igual a sí misma y obra sobre sí misma:
- O bien permanece igual a sí misma y su obrar es un no-obrar, por lo que es antes una nada que una potencia;
- O bien deviene aquello que no era a partir de lo que era, es decir, su substancia se convierte en accidente y su accidente en substancia, lo que conlleva que la substancia, por su incesante fluidez, sea indistinguible del accidente. Esto es, que todo fluya y nada sea.
Por tanto, la potencia debe serlo de un sujeto distinto de sí misma. Éste, por consiguiente, carecerá de toda potencia pero será capaz de recibir cualquier potencia.
Si somos congruentes con esta manera de razonar y dividimos la realidad en un sujeto carente en absoluto de potencia, la materia prima, y una potencia que no es nunca su propio sujeto, la forma, debemos concluir que ningún obrar pertenece a la materia en cuanto materia. Luego tampoco el extenderse y el conservarse, que son propios de lo físico, toda vez que definimos el existir como un ser en el espacio (extenderse) y en el tiempo (conservarse).
Ahora bien, si la materia no posee el existir en sí misma porque tampoco tiene el obrar en sí misma, y la forma no tiene el existir en sí misma porque no puede obrar sobre sí misma, ni por ello extenderse ni conservarse sin un sustrato, síguese que la materia y la forma, si existen, existen por otro que tiene el existir en sí mismo.
Estos tres géneros, a saber, lo que obra en otro y no en sí, lo que no obra y es obrado por otro y lo que es causa de ambos, que obra en otro y en sí y no es obrado por nada, agotan todo lo que es. Pues lo que obra en otro es el opuesto de lo que no obra y es obrado por otro, y lo que obra en sí es el opuesto de lo que no obra en sí.
Por tanto, si la materia y la forma existen, es decir, si existe una realidad que no es inmutable ni está completamente en flujo, existe la causa de la materia y la forma, que es la causa primera a la que se atribuye la creación de todo lo real. Dado que crear es un obrar, el creador no será materia, ya que la materia no obra. Y, puesto que existirá en sí mismo y no en otro, no será forma, habida cuenta que la forma no existe en sí misma. Es decir, será inmaterial y suprasubstancial.
Asimismo, al obrar en sí, a diferencia de la forma, que obra en otro y parcialmente, obrará totalmente. El obrar total del ser es el mismo ser que obra. Mas si este obrar es algo y no una nada, el obrar total será el obrarse a sí mismo o autogenerarse, no en el tiempo sino en la eternidad. Por lo que el creador de todo lo real será también generador de lo suprasubstancial e igual a sí mismo, esto es, generador, generado y unión de ambos. El generador genera y une, el generado es generado y une, y la unión une y no es generada, dándose en los tres distinción por su obrar "ad intra" sobre sí mismos e identidad por su obrar "ad extra" en lo creado.