(JCR)
Una cumbre de líderes mundiales para hablar de la pobreza en el mundo, como la celebrada ayer, 16 de julio, en el hotel Ritz de Madrid, en un entorno de lujo, resulta –para mí y muchos otros- un triste espectáculo que siembra muchas dudas sobre la efectividad de lo que se quiere lograr, en este caso los Objetivos del Milenio. Por no hablar del sarcasmo de que quien preside este comité sea un criminal como Paul Kagame, uno de los mayores responsables de que en el África de los Grandes Lagos haya muchos millones de personas sumidas en la desesperación. No hablo de memoria. El pasado mes de marzo visité por segunda vez Goma (este de la R D Congo), la capital del Kivu Norte. Vi infinidad de niños desnutridos entre los desplazados que las milicias apoyadas por Ruanda han causado durante los últimos años. Y dos misioneros que llevan allí 40 años me hablaron de lugares donde ningún niño estudia más allá de cuarto de primaria porque a esa edad están ya trabajando en las minas de coltán que explotan compañías ruandesas.
Lo que habría que hacer con personajes así que hablan de la pobreza en hoteles de cinco estrellas es llevarlos a un poblado del Norte de Uganda o del Este de la R D Congo y tenerlos allí una o dos semanas durmiendo en el suelo en cabañas, mandarlos a buscar agua a cinco kilómetros todos los días y darles de comer un puñado de maíz con verduras secas una vez al día. Y si se ponen enfermos durante su reunión, hacerles andar diez kilómetros hasta el dispensario más cercano, donde a lo mejor ni siquiera encontraban medicinas cuando llegaran. Para mí, por lo menos, este es el África cotidiana que yo he vivido durante 20 años y la que sigo viendo cada vez que viajo allí. Es posible que si líderes mundiales, como los que había ayer en el hotel Ritz, vivieran esto en su propia carne, tomarían decisiones mucho más efectivas para terminar con la miseria que sigue dominando a buena parte de la humanidad, sobre todo en el continente africano.
Además, es una pena que en reuniones así nadie se atreva a decir lo que hoy resulta más que evidente: que todo el mundo sabe que los Ojetivos del Milenio no se van a cumplir para el años 2015. Entre otras cosas, porque lo primero que los países ricos están haciendo para afrontar la crisis es dar grandes tijeretazos a sus presupuestos destinados a cooperación internacional. España recortará entre este año y el siguiente 800 millones de euros de su cooperación. Discursos, como los de Moratinos, asegurando que España está muy comprometida con la lucha contra la pobreza en el mundo, no alimentan, ni dan agua potable, ni construyen más escuelas en África.