Revista Cultura y Ocio
Si los números no existieran, el mundo podría existir como fenómeno y ser objeto de experiencia, pero no de conocimiento. Es lo que antes he llamado semiexistencia, ya que cumpliría el requisito de condicionar otros seres (esto es, a los elementos del mundo entre sí o a la mente que observara al mundo) e incumpliría el de ser igual a sí mismo.
Sin los números no podría medirse el movimiento y quedaría abolida la ciencia física. Como no cabría dar razón alguna por la que se cuantificara el paso de un estado a otro ni dispondríamos de referencias invariables para comparar el número de hechos en uno y otro estado, lo anterior y lo posterior se confundirían, alternándose en nuestra imaginación sin orden ni claridad.
Con todo, no creo que la hipótesis de una realidad anumérica sea siquiera posible. Si, suprimidos los números, todo cuanto acontece es inestable, al menos el "es" de la proposición debe ser estable para que la inestabilidad se mantenga congruente consigo misma, pues de lo contrario habría en ella intervalos de estabilidad y, por tanto, de cuantificabilidad y numeralidad. Luego el ser debe ser estable para que quepa la inestabilidad en lo fenoménico. Ahora bien, decir que el ser es estable equivale a decir que el ser es; y esto es lo mismo que afirmar que el ser es uno. Luego, en cualquier caso, los números son indestructibles, ya que al intentar destruir la pluralidad emerge el Uno, que es su fuente.