Ethel Rosenberg dejó a sus pequeños hijos en 1953 este poema.
Vosotros sabréis, hijos míos, sabréis
porqué dejamos las canciones sin hacer
los libros sin leer, el trabajo sin hacer
para descansar bajo la grama.
No más lamentos hijos míos, no más
porque las mentiras y las calumnias fueron montadas
las lágrimas que derramamos y el dolor que nos penetra
para todos deberá ser proclamado.
La tierra sonreirá, hijos míos, sonreirá
y el verde sobre nuestro lugar de reposo crecerá
el crimen finalizará, el mundo se regocijará en hermandad y paz.
Trabajad y construid, hijos míos
construid un monumento al amor y a la alegría
al valor humano, a la fe que guardamos por vosotros, mis hijos, por vosotros. Julius y Ethel Rosenberg: ternura en el infortunio