La foto, como bien dice en el ángulo superior, es propiedad de Telecinco
Una niña con una cara angelical sale por la tele para derramar, en un alarde de talento innato, un torrente de voz. Con este reboso de notas se desbordan, al mismo tiempo, miles, millones de lágrimas en toda esta España.
Al tiempo, una noticia relacionada inunda las redes sociales virtuales. La niña, la misma, vuelve a hacer romper en llanto a los españoles, esta vez no con una canción, sino con la despedida prematura de esta vida (la única conocida). El viral (se llama así a un mensaje que se multiplica exponencialmente a través de los patios de vecinos cibernéticos) se esparce como el bicho de la gripe. Miles, cientos de miles de mensajes maldiciendo el puto cáncer, y la vida misma. Y todos solidarios con sus padres, con sus abuelos, con sus hermanos, con sus amigos, con ella misma.
Me indigno más aún. Los científicos españoles no pueden investigar. No hay dinero. El sistema neo-liberal que nos meten a machamartillo no les permite seguir aislando células en sus laboratorios, desarrollando técnicas de intervención, diseñando maquinarias, mejorando las existentes. Y los médicos tienen que salir a la calle en mareas blancas para decir basta a este sistema que limita a todo aquel que no tenga una cartera muy repleta. Y se queda la investigación sólo en manos privadas (de la industria farmacéutica, de la industria, de la empresa, de intereses económicos y no del bien común)
Y no veo los cientos de miles de mensajes que lloran (yo también lo hago) por Iraila, cagarse en todo, decir que ya está bien, que este gobierno mezquino y atrabiliario es el culpable de tantas muertes, que si nuestros científicos no siguen trabajando no habrá cura, ni cuidados paliativos, ni mejoras en el cáncer ni en ninguna otra enfermedad. Que la ciencia es necesaria, que no es un juego, que no se trata de financiar cosas por que sí, porque no hablamos de cosas, sino de vidas.
Y los ministros parecen no querer darse cuenta de esto. De que nuestra sanidad depende no sólo de hacer conciertos con hospitales privados y tener camas (que también) y vendas, sino de posibilitar el desarrollo y la investigación, porque sin esto somos nada.
Que esto es una pescadilla que se muerde la cola. Y una pesadilla.
Y que así, como vamos, no vamos bien.