Revista Opinión

Si no te adelantas a los problemas, terminarán alcanzándote

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

Lecciones que nos da la Vida: Si no te adelantas a los problemas, terminarán alcanzándote
Con tan sólo leer o escuchar la palabra “problema”, en muchos se produce una reacción de rechazo por lo que puede significar de complicación, adversidad o incluso final perjudicial.
Sin embargo, tarde, temprano o constantemente, los problemas surgen. Lo que puede salir bien, a veces sale bien. Lo que puede salir mal, siempre sale mal.
El problema es un choque con lo deseado que, cuando no se puede esquivar ni evitar, siempre detiene, altera y, en ocasiones, incluso aplasta.
En cualquier orden de la vida, la perfección no se consigue por la ausencia de problemas, sino por saber evitarlos o superarlos.
El avanzar, visualizado con la adrenalina de la euforia, siempre es excitante y emana un olor ganador, mientras que el defenderse siempre está rodeado de una neblina aburrida y opaca. Pero ésta es una visión miope, fomentada desde la óptica del triunfo efímero.
Los éxitos de largo recorrido sólo se consiguen cuando en el cerebro se establece una solvente conciencia de la permanente posibilidad de aparición de problemas.
En los edificios, los cimientos cuestan mucho dinero, no se ven y no son habitables, pero son vitales para que todo se aguante. Los cascos de los motoristas son una pesadez, pero protegen. Los frenos no sirven para adelantar, pero son imprescindibles para no estrellarse.
Esa cultura de prevención de los problemas adquiere significado trascendente en aquello que, desde la sensatez popular, es estribillo de vida: hay que cuidar la salud, el dinero y el amor.
Por el respeto que como lector y escritor mutuamente nos debemos, por nada quisiera derivar este principio hacia el melodrama, pero no puedo seguir en la escritura sin recordar que está más que probado que la salud sin sensibilidad de límites conduce a la destrucción del organismo; que la juventud sin cultura de formación y esfuerzo conduce a una adultez de miserias; que una ancianidad —o mejor llamarla una adultez reposada— sin cultura de amor conduce a una tercera edad de soledad sin latidos.
Llevado a la vida profesional o política, la historia rebosa ejemplos de nefastas ausencias de visión de los problemas. Sin necesidad de retroceder en el tiempo, incluso en las mejores circunstancias algunos pueden estar larvándose en estos instantes.

El humo del éxito casi siempre niebla los ojos.

Fuente: Piensa, es gratis.


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