Te cuento la diferencia que marca la diferencia. Entre el rico y el pobre. El eterno aspirante y el que alcanza el trono.
El pobre quiere un viaje y el rico viajar.
El pobre un coche, el rico comprar un coche.
No sé si me sigues. Pondré otro ejemplo.
El pobre quiere una casa, el rico poder tener casas.
Entiendo que es fácil despitarse. Casa, casas. Pepino, pepinos. Pero no es eso. Ni de lejos.
El pobre quiere tener, el rico poder tener.
El pobre acumular, el rigo generar.
El pobre vivir, el rico perpetuar.
El pobre se pregunta qué hipoteca se puede permitir, el rico calcula cuanto tiene que ganar para poderse comprar una casa el día que no le apetezca volver a la suya.
El rico sabe que los viajes son de pobre si los haces ahorrando y con mucha ilusión, y se pregunta cuántas veces al año puede cruzar el Pacífico en primera, y mientras la respuesta no es «Las que le salga de las pelotas», ni se plantea salir de casa.
El pobre, pensando en su nómina y sus objetivos, ve el producto que tiene que vender y escribe, cuidadosamente, cada una de sus características.
El rico, preocupado por si el asiento en primera incluye masaje, no piensa en lo que vende hasta después del tercer postre diseñado por un chef con 37 estrellas Michelin.
Porque lo que durante ese tiempo es extraer su propio cerebro e introducirlo, como quien se lía un cigarrillo, por el conducto auditivo de su cliente. Y dejarlo ahí un buen rato.
Y entonces, cuando entiende a la perfección lo que ahí está pasando, usa las palabras para hacer cosquillas en el intelecto de medio mundo.
En el newsletter hablo de cómo entrar en la conversación mental de tu cliente.
Se trata de dos lecciones fuertemente conectadas, y aunque la segunda se puede entender a la perfección sin la primera, quien escuche ambas le sacará 10 veces más partido.
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Acepto la política de privacidadLa entrada Si piensas así siempre serás pobre. se publicó primero en Luis Monge Malo.
