«La propiedad está dejando de estar de moda tras siglos como valor absoluto de la civilización occidental. No, no es que haya resucitado de sus cenizas el fantasma del comunismo o que una ola de fervor nos retrotraiga al desapego a las posesiones de las primeras comunidades cristianas. Es el propio desarrollo del capitalismo, su incitación permanente al consumo pese a las crisis cíclicas, y las nuevas tecnologías relacionadas con Internet como catalizador los que están trastocando hábitos que se creían enraizados. ¿Para qué poseer algo, almacenarlo, mantenerlo, protegerlo de los rateros si hay una oferta ilimitada de objetos y servicios al alcance de la mano con solo dar un botón o firmar un contrato por la web? Un escenario de recesión económica sin precedentes, que amenaza con enquistarse y habitar entre nosotros en forma de inseguridad laboral y mileurismo generalizado, ayudan a responder a esa pregunta: mejor consumir que poseer, mejor pagar por el uso que comprar.
Las descargas de contenidos de Internet ceden terreno al streaming, es decir, la reproducción instantánea de música y vídeos desde webs remotas sin necesidad de guardarlos en el disco duro del ordenador. Miles de páginas -legales y alegales- brindan un catálogo ilimitado de programas de software, películas, música y videojuegos. Los éxitos del sitio sueco de canciones Spotify y de la web nacional seriesyonquis de series de televisión son la mejor prueba de que algo está cambiando en la rutina de los consumidores»...
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Revista Comunicación
Ramón Muñoz