Revista Comunicación

Si quieres acordarte, ponlo en la puerta

Publicado el 24 abril 2020 por Jmbolivar @jmbolivar

¿Qué haces cuando necesitas asegurarte de que no se te olvide llevar algo contigo al salir de casa? Efectivamente, si quieres acordarte, lo pones en la puerta.

La efectividad de este hábito tan sencillo se debe a que es una combinación de dos excelentes prácticas productivas.

Por una parte, la buena práctica de usar recordatorios en lugar de confiar en tu memoria.

Por otra parte, la buena práctica de colocar los recordatorios en los lugares adecuados (es decir, para verlos únicamente cuando tiene sentido verlos).

Aunque son dos buenas prácticas tan sencillas como potentes, hay mucha gente que no las aplica o las aplica mal.

Las buenas prácticas funcionan si se aplican

Por ejemplo, hay quien confía en su memoria en lugar de usar recordatorios. Este comportamiento suele deberse a una confianza infundada en la memoria o a la pereza mental.

Es una confianza infundada porque, al margen de creencias, la memoria de todas las personas para recordar recordatorios es pésima.

También hay quien usa recordatorios, pero los usa mal.

Usar mal un recordatorio significa no asegurarte de que lo colocas en el lugar adecuado, esto es, un lugar en el que:

  • Lo ves siempre que tiene sentido verlo, es decir, siempre que puedes hacer algo al respecto.
  • No lo ves cuando no tiene sentido verlo, es decir, te evita verlo cuando no puedes hacer nada al respecto.

Colocar algo en la puerta es un ejemplo de recordatorio bien colocado, porque lo ves únicamente cuando vas a salir por la puerta.

Ponerte una alarma en el móvil es un ejemplo de recordatorio mal colocado, porque es altamente improbable que la alarma suene justo en el momento en que vas a salir de casa.

Lo normal es que suene antes —en cuyo caso tendrás que acordarte hasta que te vayas para que no se te olvide— o que suene después, cuando ya hayas salido de casa sin ello.

Usar GTD® es crear una puerta nueva y especial

Hay mucha gente que dice que GTD® es complejo, rígido o difícil. Esto se debe a que no han entendido qué es GTD® y de qué va.

Su falta de humildad les ha llevado a interpretar GTD® a su manera y han creado un «engendro» de escasa o nula utilidad al que equivocadamente llaman GTD®.

Como es de esperar, ese engendro tiene altas probabilidades de ser complejo, rígido y difícil, aunque nada tiene que ver con GTD® «real».

Lo único que GTD® te dice es que, en lugar de intentar acordarte —el mal hábito de confiar en tu memoria—, te pongas recordatorios en una puerta figurada, que es lo que en la metodología se llama una mente extendida.

Lógicamente, antes de poder poner recordatorios en esa puerta figurada vas a tener que hacer un par de cosas.

Por una parte, tendrás que construir la puerta.

Por otra, necesitarás desarrollar algunos hábitos básicos para acostumbrarte a usarla.

Uno de estos hábitos es sacar las cosas de tu cabeza cuando aparecen, antes de que se te olviden.

Otro es decidir en algún momento para cuáles de esas cosas necesitas recordatorios, cuáles son esos recordatorios y dónde tiene sentido ponerlos.

Y, obviamente, tendrás que «salir alguna vez por la puerta», es decir, tendrás que revisar tu sistema con la frecuencia necesaria para poder ver los recordatorios cuando tenga sentido verlos.

¿De verdad que esto te parece complejo, rígido o difícil?

Si GTD® fuera tan complejo, rígido o difícil como afirman quienes lo critican sin conocerlo, no se habría convertido en lo que es: el nuevo estándar en efectividad personal.

El único motivo por el que millones de personas en todo el mundo utilizan GTD® es porque funciona. Así de sencillo.

Y el motivo por el que funciona es que está basado en los mismos principios productivos que la buena práctica que tanta gente utiliza de manera intuitiva: ¿quieres acordarte? Ponlo en la puerta.

La entrada Si quieres acordarte, ponlo en la puerta se publicó primero en Óptima Infinito.


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