Revista Psicología

«Si quieres, puedes»

Por Rms @roxymusic8

El mes pasado no estuve por aquí y lo noto. Es cierto que he estado escribiendo en otro sitio, pero la realidad de la vida es que no he parado. Así que antes de tener otro mes en blanco, aterrizo en este espacio para dejar por escrito algo que he estado pensando a raíz de una vivencia. Tiene que ver con el cambio personal, también con el amor y, cómo no, con el compromiso. Muy desarrollado no está porque estoy en pleno camino, pero alguna idea y práctica tengo y espero poder plasmarlas. Lo fundamental de todo esto es que las tres cosas que he mencionado se relacionan entre sí, más bien, se necesitan o una es consecuencia de la otra y la otra causa de la una. Y todas me interesan. Todas las quiero en mi vida. Todas son costosas y requieren tiempo, implicación y paciencia. La verdad es que esta paciencia ha ido adquiriendo otros matices y significados. Se trata de una paciencia que acoge, que perdona, en definitiva, que tiene misericordia. Desconozco si alguna vez os han dicho aquello de ten paciencia contigo mismo, y cómo os ha hecho sentir. En mi caso me devuelve la paz y la mirada acertada sobre mi persona y proceso personal. A veces nos cargamos con demasiadas cosas a las espaldas.

No somos versículos sueltos que deambulan por las calles de este mundo. Precisamente, ayer mientras caminaba, pensaba en esto de pertenecer a algo o a alguien. El bien que provoca en la persona, en la vida de uno. ¿Por qué? Porque, de alguna forma, va en una dirección y se desarrolla, crece. Pero con una constancia y orden que le ayuda a no perderse por el camino. Es cierto que yendo solo también se adquiere experiencia, se aprende y se conoce mucho de uno mismo y de los demás. Yo también deambulé sola unos años y esos capítulos de mi vida no los quito, pero reconozco que como no tenía guía ni nada o nadie que me ayudara a trazar un camino, todo lo que en esos años viví cayó en un saco que no crecía o daba forma a nada. Es como el alquiler: pagas cada mes cierta cantidad, pero eso no crea un fondo que sirva para comprar la casa y te pertenezca, formando parte de tu vida. Te duele perder y no estar construyendo nada. Pues un tanto de lo mismo pienso que sucede en la experiencia de caminar solo. Cuando por fin encuentras dónde y con quién, te duele el no haberlo conocido antes y no haber ido construyendo ya suelo sólido en tu vida.

Pero así es la vida y está bien que sea de esa forma. No todo es lineal y nos ayuda que haya altibajos para no acostumbrarnos, para poder despertar a tiempo, para aprender más e incluso para crecer. ¿Cómo, cómo? ¡Si el crecimiento se representa con una gráfica lineal creciente! Sí, por supuesto. Pero nadie ha dicho cómo tiene que ser esa línea mientras vaya hacia arriba. Todos sabemos que hay picos, momentos en los que se baja la guardia o se es débil. Situaciones que te pillan por sorpresa o de las que no estabas preparado para asumir. Circunstancias nuevas que aparecen por sufrir cambios o habernos comprometido con alguien o alguna realidad. Conciencias que despiertan y dan una forma más clara o que muestran una profundidad como nunca a un compromiso hecho. Todo esto es algo natural en la vida y no debería de asustarnos, pero quizás a lo largo de nuestra adolescencia o juventud no nos lo han transmitido o no nos han mostrado la manera de manejar los sucesos que se nos van presentando. ¡Hay tantas maneras de afrontar, enfrentar y encarar la vida! Depende de las vivencias de cada uno sumado al ambiente que le rodee más las características de su personalidad. Resulta un misterio, si lo pensamos bien, la variedad de prismas que pueden ayudar a gestionar la vida que vivimos.

Es verdad que no siempre si quieres, puedes. Hay veces que las circunstancias no acompañan o dependes de algo o de alguien que no quiere. Pero, lo importante es la voluntad que ponemos a rodar en dirección al cambio personal y al compromiso. ¿Y dónde queda el amor? En la motivación de esa voluntad. Está intrínseco. Cuando tenemos voluntad es porque queremos algo: conseguir un cambio en nuestra vida o en nuestras personas. Y ya sabemos que el amor es el motor que nos pone en movimiento. El amor a uno mismo, a otra persona o a Dios. También, el sabernos amados por nosotros mismos, por alguien o por Dios. ¿O qué nos pone en movimiento? Amar o dolernos por amor. Es una experiencia que nos cambia, siempre, a mejor. Es de las mejores experiencias en la vida. Curiosamente, hace unos días pude escuchar a un amigo dar una charla sobre el amor humano y el amor romance. Transmitía la idea de profundidad en el primero y superficialidad en el segundo. El camino hacia el compromiso en el amor humano y el camino hacia la perdición en el amor romance. La importancia de fundamentar el amor humano en la honestidad y fidelidad, y desechar lo que venga de un amor romance que sólo mira por el físico y la impulsibidad del momento. Al final, decía, uno sólo puede entregarse cuando se posee. Es decir, cuando es libre en cada área de su vida y no se reserva nada para entregarlo a otra persona o a Dios.

Sea en una vida compartida con una persona o en una vida entregada a Dios en compañía de otras personas, el amor humano es el mismo y el compromiso requiere la misma responsabilidad. Incluso si uno todavía no ha encontrado ese dónde y con quién, su corazón también anhela el amor humano mientras camina. Todos somos responsables de la experiencia de amor humano que cada uno viva (reciba o dé). Visto así impacta, ¿verdad? Como decía antes, no somos unos versículos sueltos en mitad de este siglo veintiuno. Tomar conciencia de esto motiva a cambiar nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Tomar conciencia de esta responsabilidad motiva a amar en profundidad y con todas sus letras. Tomar conciencia del impacto del amor humano motiva a comprometerse con una persona, realidad o Dios. Tomar conciencia siempre interpela y, por tanto, provoca un cambio interior que se manifiesta fuera. Lo más importante es empezar por dentro y por uno mismo. Cada uno con la parte que le corresponda, ni más ni menos. Aquella que se haya iluminado y sea capaz de afrontar, enfrentar y encarar, esa es. Y, entonces, sólo así si uno quiere, puede.


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