Hoy Xavier Peytibi nos expone un artículo de la necesidad de que los mensajes políticos vayan destinados a los intereses y particularidades de cada uno, muy relacionado con el concepto de micropolítica que expone Antoni Gutiérrez-Rubi.
En líneas generales lo comparto, cuanto más concreto el mensaje y más destinado a la cartera de intereses del ciudadano, mejor llega el mensaje político y más incentiva a que el ciudadano actúe en base al interés del que comunica.
Ahora bien, muchas veces desde la izquierda confundimos lo que creemos que son los intereses objetivos con donde esté el foco emocional de a quien nos dirigimos. Podemos creer, por poner un ejemplo doloroso, que la mejora del transporte público y el que haya actividad del sector público para combatir la crisis es algo que interesa a una parte de la ciudadanía de Barcelona, pero aunque en las encuestas los ciudadanos valoren positivo el unir los tranvías o las obras de la ciudad, eso no implica que sea donde ponen el foco emocional. De hecho, sus intereses y argumentos racionales pueden ser disonantes con su foco emocional.
El ejemplo de la Diagonal es evidente, una gran parte de la ausencia de votos por la opción transformadora y una parte no desdeñable de votos de la opción a no reformar está en que el proceso de transformación no coincidía con el foco emocional de los ciudadanos. La crisis cada vez es más vivida, y todos ya conocemos muchos que la están sufriendo en sus carnes o la estamos sufriendo nosotros mismos. La falta de empleo, el incremento de las demandas de servicios sociales, etc… es algo que para todos nos es palpable. Por otro lado valoramos que los políticos, ante la crisis, están en la parra o que toman medidas muy poco entendibles. Más allá de lo que hagan objetivamente o no las administraciones la percepción es que los políticos están fallando y están en una nube y no bajan.
La consulta no conectaba con las emociones de forma positiva, sí, el transformar una calle céntrica como la Diagonal es algo importante, conseguir que sea una arteria de circulación útil y no el tapón insufrible que es ahora es más que necesario, y conecta con los intereses de clase de los trabajadores que necesitamos un transporte público útil y una ciudad que funcione, pero no conecta emocionalmente con nosotros.
A la contra levanta emociones negativas, el culto al vehículo privado y la falsa argumentación de “libertad” que recoge el concepto de utilizar el coche se ve atacado, emocionalmente hay conductores hasta las narices de las medidas restrictivas del tráfico o de limitación del aparcamiento en la calle (y explícales que sin esas medidas aún sería peor poder ir por la ciudad porqué el transporte público de superficie, por ejemplo, no podría absorver ni la mitad de usuarios que hoy absorve).
También levanta emociones contrarias asociadas a la crisis. En crisis todos tenemos la tesis de que es necesario ahorrar. Esa es la actitud que debemos tener los ciudadanos (no las administraciones porqué sinó la crisis sería más profunda al ser procíclico lo que realizan las administraciones), y ese “sentido común” está reñido con lo que es correcto en las políticas de gasto público que han de mantener la inversión si las arcas públicas lo permiten. Pero aunque las arcas de Barcelona están más que saneadas, el gastar en una obra como la Diagonal en mitad de la crisis es algo que se ha percibido como una inversión onerosa, prescindible y que se podía destinar los recursos “a ayudar a los pobres” o simplemente a ahorrar. Por no hablar el favor de última hora del tijeretazo de Zapatero.
No quiero seguir ahondando en los motivos de la derrota de la consulta de la Diagonal, son más complejos que estos que he citado, pero sí que me gustaría que quedara fijada la idea de que es más importante conectar en la comunicación emocionalmente con el ciudadano y buscar su reacción positiva a nuestro mensaje que construir un programa en base a lo que creemos que son sus necesidades.
Primero porqué las necesidades las sabe mejor el ciudadano que los políticos, estos han de saber ver el global y utilizar los recursos existentes y lidiar con la colusión de intereses (yo puedo querer más transporte público y esto va en conflicto con el usuario del transporte privado ya que para que el transporte público sea de calidad los buses ocuparán espacio que hasta ahora utilizaban sólo los coches). Pero por otro lado lo que nosotros podemos interpretar como necesidades, e incluso lo que los mismos ciudadanos expresamos como necesidades si nos preguntan, puede que no sea lo que emocionalmente nos mueva.
Por tanto si queremos lanzar una estrategia de comunicación política (o de cualquier clase) hemos de intentar emocionar a quien nos dirigimos. Si no les hablamos a sus intereses emocionales, si no hablamos en el foco emocional donde ellos se encuentren nuestro mensaje no cuajará, no lograremos atraer a nadie , ni conseguir que actúen como nos interesa.
Aunque suene muy mercadotécnico pero si me hablas y no me emocionas no voy a escucharte.
Un contraejemplo está en la campaña de reclutamiento del Ejército Español y los vídeos promocionales de cada uno de los cuerpos… os recomiendo el de la Unidad Militar de Emergencias (el 5º en la barra derecha):
http://www.soldados.com/landing/index.html?opcion=1