Revista Boda

Sí, Quiero

Publicado el 12 noviembre 2014 por Ta @detrasdeunaboda

Sólo faltaba yo.

Eran las cinco  de la tarde de aquel 8 de Septiembre cuando nuestros invitados comenzaban a llegar al Palacio de Luces.

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Comenzaban a descubrir los primeros detalles. El escenario de la ceremonia, los klennex para las emociones y que habíamos decidido pasar de las flores y decorar con cosas muy nuestras, de nuestra tierra, manzanes y ablanes lo hacían todo un poquito más bonito.

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Descubrían también uno de los rincones más especiales para nosotros, nuestro bodegón. Un bodegón precioso lleno de recuerdos y regalos de amigos. El farol que nos regalaron esos amigos que se casaron 15 días antes, la preciosa jaula que había sido la urna de los deseos en la boda de otros amigos, esas letras de HappyIdeas y, cómo no, sidra, manzanes y ablanes. Era el Día de Asturias y aquel bodegón cargado de recuerdos era el invitado perfecto en aquel jardín.

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Con una puntualidad inglesa el novio hacía su llegada. Nervioso, muy nervioso flipaba mucho al ver que tenía que ponerse prendido mientras preguntaba ¿lleva ramo entonces?. Se bajaba del coche de uno de sus mejores amigos y saludaba a todos y cada uno de los invitados, ventajas de ser una boda “pequeñita”. A todos, les repetía que estaba muy nervioso. Él, el hombre tranquilo estaba lleno de nervios y nada cómodo con ellos. Él pensaba mucho en esos momentos en cómo estaría yo, la nerviosa de los dos y se atacaba más de pensar como podría ser mi estado de nervios… Minutos después, ya con los invitados ocupando su localidad sonaba su canción y si, debería haber esperado hasta el segundo 37 para empezar a andar, lo habíamos hablado muchas veces pero los nervios mandaban y en cuanto escucho la música se agarró del brazo de su madre y comenzó el paseo por ese pasillo por el que los invitados me verían minutos después…. O eso creían.

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A lo lejos, en una de las suites a mi me parecía oír la canción de fondo. Pasaban los minutos y mi móvil no sonaba, nadie me avisaba de que el novio ya había llegado. El reloj continuaba girando, yo aprovechaba para escribir unas notas llenas de emoción a nuestros testigos, el padrino me decía que él no era muy de guantes, Lucía tocaba y retocaba la falda de mi vestido y Clara había decidido hacer la croqueta por la habitación, ¡toma ya! La niña de los anillos vestida de blanco y rodando por el suelo, decía que se aburría que ella quería salir ya. Y en el jardín, en la primera fila, una madre suspirando por si su hija le ha dado el bajón al cogerse del brazo del padrino, por si echa de menos al más importante expresándolo con lágrimas de las gordas…. Al cuarto me aburro de la niña, y unos 15 minutos después de la llegada del novio al “altar” decidí salir de la habitación. Un ¡ssht, ssht! al piso de abajo seguido de:

-Ha llegado ya Kike?

-Sí, hace mucho. Todavía no estás lista?

-Sí, desde hace mucho tiempo pero no me avisaron! Abridme la puerta!!

Había llegado el momento, llevaba esperando el momento de bajar por las escaleras desde la primera vez que pisé el Palacio. Era mi momento. Y se abre la puerta, y desde dentro comienzo a ver a la fotógrafa y al videógrafo pero el Dj no le da al play. La puerta había crujido al abrirse dando un toque más de película a ese momento y yo volvía a tener una conversación antes de salir:

-Decirle al dj que ponga la música.

-Dice que salgas y empieza a sonar.

-No,no, yo como la Pantoja, sin música no salgo.

Y así, entre risas y gestos al DJ, empezó a sonar mi canción. Ahora sí, daba los primeros pasos y justo cuando daba el primero ya viendo a mis invitados al fondo escuché un ¡ohhh! que hizo que mi sonrisa fuera aún más grande . Abajo en el jardín, una madre suspira por última vez y sonríe con todas sus fuerzas cuando ve que yo también lo hago. Entre medias una bajada por aquellas escaleras preciosas detenida en alguna ocasión para saludar (sí, puede que no sea muy protocolario pero yo saludaba como si de una reina se tratase)…

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Segundos después soltaba mi ramo de novia para dárselo al padrino y yo me agarraba el vestido para subir las siguientes escaleras y los invitados descubrían que el novio y yo no recorríamos el mismo camino hasta encontrarnos. Yo había decidido caminar por el camino de piedra del jardín, ese era mi particular “camino de baldosas amarillas”, los invitados me veían a lo lejos y yo los veía a ellos. Al fondo, Kike esperaba y confirmaba sus sospechas, mi vestido tenía una falda espectacular.

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Dicen de mi que cuando estoy muy feliz abro tanto, tanto los ojos que llego a tener por segundos esa expresión de “loca feliz” y  el día de mi boda no podía faltar. Mi madre sonreía como pocas veces la he visto, mi suegra lloraba, se oían comentarios sobre que nadie esperaba un vestido tan princesa y yo ya sólo tenía ojos para Kike. Llegué a su altura y, sin saberlo, sin poder evitarlo, abrí mucho los ojos y pasé del protocolo, si es que a estas alturas quedaba algo del protocolo en mi boda. Un abrazo, un beso en el cuello y un “estás muy guapa y yo muy nervioso”.

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Empezaba nuestra ceremonia. Piropos hacía la novia (quién se los iba a llevar ese día sino) y referencias al calor y a mi retraso. Unas palabras a modo de consejo por parte de la concejala más maja y enrollada que he conocido para una boda. Nos captó el punto a la primera y se supo meter en la ceremonia.  Kike me preguntaba por lo bajo que por qué había tardado tanto y yo trataba de tranquilizarlo. No fuimos una pareja de cogernos de la mano durante la ceremonia pero sí de mirarnos y hablar mucho, mucho. ¿Habéis visto una ceremonia en la que la concejala tenga que decir qué los novios no se callan? Pues esa fue la nuestra.

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Mi amigo Illán nos leía un texto de Pablo Moro y Tere, la prima de Kike, recitaba Noches de Boda de Joaquín Sabina y sí, yo me apoyaba en el respaldo de mi silla como si estuviera en un bar y me fuera a tomar una caña…. En ambas lecturas un montón de risas y carcajadas con los comentarios finales, sobre cuando Tere exclamó “me hubiera gustado escribirla a mí pero se me adelantó Sabina y la hubiera cantado pero mis hijos no me dejaron”. Y ahora sí, la concejala le decía a Kike que podía empezar a ponerse nervioso. El intercambio de alianzas llegaba tras la lectura de los artículos del código civil. Mi prima cumplió su función y los novios no nos enteraríamos hasta días después que a la niña se le había caído un anillo que mi tío había visto rodar por el prao. ¿Y sino lo ve? ¿Os imagináis que vamos a ponernos los anillos y falta uno?

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Y tras los anillos el beso. O los besos. Aquí la que nunca besa en pública estaba desatada de felicidad y nada más tener los anillos puestos se abalanzó sobre el novio. De verdad. Tanta efusividad le puse al momento que Kike tuvo que dar un paso atrás para controlar la estabilidad y allí todavía nadie había dicho aquello de “puedes besar a la novia” aunque claro, había sido la novia la que había besado. Tras el asombro de la concejala y las risas de todos pronunció esas palabras que todas queremos oír “Puedes besar a la  novia” y volvimos a besarnos.  ¡Será por besos!

Era el momento de la ceremonia de la arena. Para la misma, recogimos arena de dos de nuestras playas favoritas de LLanes una semana antes pero chicas, con el estrés de la boda bastante me acordé yo de poner aquella arena húmeda a secar! Horas antes de la ceremonia Noelia la había puesto al sol pero no fue suficiente. Debido al caos del día anterior en mi casa, el día de la ceremonia no aparecía el recipiente que habíamos preparado para la arena y en su lugar estaba el pimentero ¡¡¡el pimentero!!! Mi pimentero en mi boda!!! Risas, muchas risas entre nosotros durante esos minutos. Una concejala que intenta leer el texto, unos novios que intentan echar la arena en un recipiente pequeño a la vez, un novio al que le ha tocado la mayor parte de la arena húmeda… Risas entre ¡clin,clin,clin! y un novio que decide que él vierte su arena sí o sí, jarrón boca abajo y golpes y listo! La concejala seguía intentando leer mientras nosotros estábamos en nuestra felicidad absoluta riéndonos. ¡Es que no se callan!! dijo en un momento y entonces reímos todos, más aún.

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Besos a la concejala que hizo que nuestra ceremonia fuera más divertida aún, agradecimientos por parte de ella por haberla hecho partícipe de una boda tan especial y besos con los testigos. Yo miro a mis invitados y pregunto ¿alguien tiene algo de beber? Ellos se ríen pero yo lo preguntaba en serio. Una de las firmas más importantes de nuestra vida y un “yo con el vestido de princesa aún no me manejo bien” rodeado de miradas cómplices con los amigos mientras empezaba a sonar de nuevo la música… Ahora sí, ya éramos marido y mujer y una tormenta de arroz nos esperaba.

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Besos, carreras, cervezas y una liga que termina en el suelo fue lo que pasó después…

FOTOGRAFÍAS: Nuria Fernández 

 


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