Recuerdo ese día, tenía duda de cerrar los ojos y la ventanilla, pero mi sitio era más que cómodo. Puse a Chopin a un volumen considerable.
Sentí como la espalda me recorría todas las intenciones, todo el deseo de programar un Tic Tac a su llegada; de cambiar las chapas de cobre por chapas de oro. De coincidir a su arribo y a su partida. En un día de sólo 24 horas no es suficiente para ser feliz toda la vida, ¿cuenta como experiencia intentarlo? ¿O es parte de la colección de grietas? Preguntas que me queman las respuestas, la idea, el pensamiento y el deseo, carcomen lo que nunca fue.
Gané con pocas piezas como en el ajedrez. Fui hábil en la estrategia, y volátil en cada movimiento.
Tengo tanto miedo, que podría repartirlo entre los más valientes. De ese miedo que no es notorio, y no cabe en los bolsillos para ocultarlo de los más cobardes. No te sorprendas de esta historia, es más común que corriente; o más leída que el diario oficial.
«Si te caes, te levanto», es algo que nunca escuché de su boca.
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