
Se llamaba María Teresa, aunque le llamábamos cariñosamente Memé! Hoy es su santo y eso me invita a reflexionar sobre ella! Fue una gran señora, fuerte como un roble y, a la vez, tierna y flexible como un junco! Sabía en cada momento como debía estar. Era parca en palabras y charlatana en actos. No paraba nunca quieta, derrochaba siempre energía y buen humor! Murió hace ya unos años, a sus 98 años de edad. Pero su camino fue largo y, como para todos, algo tortuoso…
Para llegar a morir, antes tuvo que vivir! Y vivió quizás demasiado, ahora lo veo. Habiendo nacido en 1908, vivió la República, la guerra civil y la entrada de la democracia. Tuvo 4 hijas y un hijo. Perdió una hija de 20 años y, algo más tarde, al hijo de ésta -a quien cuidó como a uno hijo- a no mucha más edad. Pero su semblante nunca transmitió pena ni sufrimiento, aunque sí los hubo en su corazón! La pérdida de su marido a sus escasos 40 años de edad permitió que resurgiera alguien poderoso detrás de su rol de abnegada esposa y buena madre!
Fue una mater familias en toda regla. Era parca en palabras y sencilla en su manera de vivir. Era feliz cuidando su florido jardín que resistía los embates infantiles de sus casi 20 nietos y, más tarde, sus 17 biznietos. Lo regaba cada día, de sol a sol y cuando el cansancio llegaba o se hacía de noche, tejía y tejía en su confortable sillón. Tejía bufandas, calcetines, pololos… para todos nosotros, sin parar. Sus regalos de Reyes Magos eran cada año una fiesta familiar, sin distinción. Aún a su avanzada edad, conocía y recordaba el nombre de cada uno de nosotros. Siempre tenía una discreta sonrisa preparada para regalar. Pero, en su interior, era una una mujer fuerte que nunca se dejó abatir por los infortunios…
Recuerdo que cuando le comuniqué mi intención de separarme, ella -a pesar del cariño que profesaba por mi hoy ex mujer- me preguntó: “¿Es para ser feliz?” y al contestarle un firme y decidido “sí“, ella dijo “Pues adelante“, sin juzgar, mientras mi madre se debatía entre lo que quería hacer y lo que debía hacer, ante la sociedad! Fue firme en los momentos difíciles y silenciosamente tierna en los momentos dulces que toda vida tiene! Tenía caracter y no dudaba en mostrarlo cuando era necesario. Su autoridad era indiscutible, aunque siempre camuflada bajo su sutil sonrisa…
También recuerdo que a sus 90 años y para celebrar su aniversario, fui con ella a Roma. Ella nunca había viajado y su gran ilusión siempre había sido visitar esa bella ciudad. Y a pesar de su ya evidente dificultad para andar, caminamos y caminamos por una ciudad colapsada por una huelga de transporte público. Una de las tardes, al ir a visitar el Sacre Coeur, cerca de la Plaza de España, se puso a llover con intensidad. Frente a las escaleras que le llevarían hasta allí, escalón a escalón ascendió por la escalinata, aún con el riesgo de resbalar! Y es que a mi abuela nada ni nadie le podía impedir que se cumpliera su propósito. Una vez llegó, una monja de origen leonés la acogió y le permitió asistir a una misa con las demás religiosas. Ese día, mi abuela fue feliz, aunque discretamente, como era ella…
Comedida por una severa y arcaica educación, templada ante el sufrimiento y discreta en sus sentimientos. Aún recuerdo haberle oído sollozar en su habitación -junto a la mía- cuando falleció en accidente de moto su nieto preferido, el único hijo de su joven hija también fallecida. Pero nunca manifestó lo que, a su entender, era debilidad! La verdad es que ahora me doy cuenta de que esa fortaleza no era siempre un don! Ser fuerte por fuera y sensible en su corazón no es fácil ni cómodo en este mundo y, mucho menos, en el que le tocó vivir a ella! Quizás hoy el mundo ha cambiado lo suficiente como para ser tal como cada uno es -ya seas hombre o mujer- sin el temor a expresar en cada momento lo que sentimos! La verdad es que, a pesar de los pesares, me hubiera gustado ver a mi abuela alegre sin mesura o triste, sin temor a parecer débil!
Soy persona de pocos modelos y referentes, lo reconozco! Pero, si álguien me ha enseñado a ser fuerte ante las adversidades y firme en sus propósitos, esa fue mi abuela! Pero, al mismo tiempo, con ella también aprendí que en cualquier caso tenemos derecho a manifestar lo que sentimos en cada momento, dejando de lado nuestros roles preadjudicados o aceptados e intentando ser tal cual somos y a mostrarnos tambén así! Ante mi autoestima y firmeza, algunos me dicen burlonamente que “no tengo abuela“, pero sí, la tuve y la tengo porque siempre está y estará en mi corazón!
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