Mostrando el cartel que rememoraba la petición a los jóvenes británicos para que acudieran a la España de la Guerra Civil en defensa de la República un compañero me comentaba lo siguiente:
Una gran parte de la Humanidad es un lobo para la otra. Otro porcentaje alto correspondería a personas, más que cobardes, temerosas de sus vidas y de sus seres queridos, que intentarían huir o bien alistarse con aquel que le ofreciera un mínimo de seguridad, vendiendo sus conciencias, "por miedo", si fuera necesario. Sus destinos están unidos a los del resto del colectivo, algo que les llevará por simple inercia al triunfo o a la destrucción. Pobres hombres que les toca un mundo que no eligieron para vivir (creo que me incluyo entre ellos).
Y ya sólo queda el reducido grupo de los honestos inquebrantables, objetivo primero de todas las iras y ejemplo futuros de esperanza para la Humanidad.
Si habláramos en estos términos, el panorama es desolador. Si destino de un hombre es dar muerte a un niño...
¿Es necesaria la muerte de un niño para despertar conciencias?.
Al final de todo, lo que queda, es la soledad de una madre ante su desgracia. Todo lo demás, Humanidad incluida, queda en un mal sueño. Y es cuando te diriges a Dios y pides desesperádamente que te hable porque estás deseando escuchar.Y en este punto me dije a mi mismo que en resumen el enemigo es simplemente aquel que nos dispara. Y lo hacen de muchas formas, contaminándonos las aguas, llenándonos el tiroides con yodo radioactivo y diciéndonos siempre medias verdades,... a todos, que acabamos creyendo para no darnos cuenta de que no hay ninguna razón para tolerar nada más, porque, en lo más cercano a mi conciencia, siempre pienso que mis hijos podrían ser los siguientes...
Esperemos que los hijos de Libia, los hijos de Japón... y los del resto del mundo puedan algún día respìrar tranquilos ante la obra de sus padres, porque hoy día... todo lo que le dejamos se antoja complejo, insoportable, como durante tantos y tantos años.