Te tengo, me tienes. Siempre nos hemos tenido. Porque las miradas dicen mucho, las llamadas de auxilio nunca pasan inadvertidas y porque llueve, truene o sea el fin del mundo, estaré protegiéndote. Y lo mejor de todo, es recíproco.
En esto consiste la amistad y, más aún, las mejores amistades. Es un “hoy por ti, mañana por mí”. Es un “si tú te tiras yo me tiro”, y un “si tú sangras yo sangro”. Y eso, pesa más que el oro. Tener la seguridad de que vas a ser mi roca y de que yo seré la tuya… Aún cuando el tiempo arrecie y acabemos como cantos rodados.
Porque sé que ahora estás así, rodando de un lado al otro del río que tú misma has creado con los lagrimones que te brotan del alma. Y ojalá pudiera decirte que todo irá bien, ojalá pudiera volver atrás y sujetarte con más fuerza para que no te cayeras, o por lo menos frenar el golpe.
Es cierto aquello de que ‘la felicidad solo es real cuando se comparte'; pero la mierda también hay que compartirla. Y, lo más importante de todo, hay que saber con quien. Todos podemos poner cara de preocupados y soltar al azar frases de interés que lo único que demuestran es lo molestamente cotillas que podemos llegar a ser.
Y, lo siento vida, pero hoy he venido a tocar los cojones. Porque me importas, porque te he visto llorar tan pocas veces que he llegado a pensar que vivías en sequía. Y ahora no me has avisado con tiempo para coger el flotador y prepararme para el tsunami que nos va a ahogar. A las dos. Siempre a las dos.
Hoy estoy aquí para ti y mañana también. Y esa es una frase que repetiré a diario. Porque tú me dejas volar sola pero siempre vigilas mi vuelo. Eres mi controlador aéreo.
Me preguntas siempre cómo lo hago, cómo salgo adelante y cómo me mantengo en pie después de los golpes, de las subidas y bajadas, de las hostias con el alma y de las puñaladas en el corazón. No hay secretos para recomponerse. Si me preguntas cómo sigo entera, la respuesta te pertenece. Porque te tengo, porque me tienes y porque nos tenemos.