Aquí me encuentro, contemplando el paisaje , esperando el final y recordando todo lo que he podido ver y oír durante todos estos años. Veinte nada más y nada menos, que se dice pronto, y en todo este tiempo os podéis imaginar que he visto de todo. Delante de mí han pasado gentes de toda clase y condición, edad, he sido testigo de encuentros, desencuentros, amores, desamores, riñas, reconciliaciones.
Contemplo unas marcas en el suelo, marcas de una portería de hierro que pasó a mejor vida hace unos meses después de quince años, ya había cumplido con su cometido. Recuerdo a todos y cada uno de los niños y niñas que se han divertido con ella, me se el nombre de todos y cada uno. La inmensa mayoría tienen ya a sus niños y niñas pero servidor ya no sabe de ellos.
Ahora mismo estoy viendo a Catalina y a Juanito, un matrimonio que rondará la década de los setenta, siempre fieles a su rutina, quién sabe si parte de la vida no está formada por una nómina de rutinas. Se acercan al quiosco y se agencian de un helado de vainilla él y de avellana ella, piden la prensa local, una revista de esas de lengua viperina, una bolsa de comida para las palomas y encaminan sus pasos hacia mi vecino, siempre fieles a él también. Me pregunto cuáles serán sus pensamientos al saber que iba a correr la misma suerte que yo.
Me paro a pensar un momento y, la verdad, si tuviera boca para hablar tendría cuerda para rato, tantas historias para poder contar…Porque veinte años dan para mucho, si tuviera boca para hablar podría haber sido confesor, psicólogo, policía, hasta testigo si en algún momento se hubiera producido algún percance. Tranquilos, no estoy pensando en sangre, aunque vivir una experiencia con sustancia tampoco hubiera estado mal. ¿Qué?
Se acerca el final, ahí veo llegar a mi sucesor mientras dos hombres se acercan a mí con sus herramientas y uniformes del Ayuntamiento dispuestos a cumplir con su cometido. Lo que es el destino, si tuviera boca para hablar le diría a uno de ellos como me acuerdo de su maestría con las canicas y la peonza cuando era niño.
También, si tuviera boca para hablar, les daría unos cuantos consejos a mis sucesores. Quién sabe, igual siendo de la misma familia tal vez era cuestión de probar, a lo mejor ellos sí podrían oírme. No, mejor no comprobarlo, más que nada porque ya se la respuesta. De todos modos ya no hay tiempo para más, ya estoy fuera y voy camino a mi próximo destino, el destino final. Solo me da tiempo para volver la vista atrás y notar algo húmedo, para que luego digan que seres como yo no tenemos sentimientos. Pero, como dice la canción, así es la vida, unos vienen y otros van, no solo las gentes.
Pero pese a ello siempre pasado, presente y futuro estarán presentes así que en el fondo me marcho tranquilo. He cumplido mi ciclo y lo he cumplido lo mejor que he podido y sabido, ahora toca a otros construir sus ciclos.
Aquí se acaba la historia de uno de los bancos de un parque.
FIN