Si vas a llorar
comienza por las plantas de los pies
y llora por los caminos que no recorriste,
por las piedras con las que tropezaste dos veces,
por la arena que no tocó tus
dedos.
Si decides llorar
llora con tus piernas,
por los amantes a los que no te anudaste,
por ese temblor de miedo que no
te dejó mover.
Cuando llores
que tu estómago arda
por las lágrimas de rabia
o quizás por las mariposas muertas;
que tu pecho amplio
se oculte en el gemido,
en el sollozo,
en el lamento,
de las cosas que no fueron
o de las que, habiendo sido un día,
ya dejaron de ser.
Si sigues llorando
porque aún no se ha limpiado el alma,
que tus dedos canten,
que tus manos bailen,
silente danza de palabras interrumpidas
y caricias que partieron sin nacer.
Si no paras de llorar,
porque hay llantos que duran una vida,
que tu garganta grite la pena,
que el desgarro rompa el cielo
y el trueno, el silencio de tu aullido.
Tu boca será puente
y tu voz fragmento de olvido.
Llorarás aún más,
y tus ojos serán compuerta, cascada y río bravo,
viéndolo todo con silencio de abedul.
Será cicatriz tu mirada
y mil y un rostros los besos que no fueron.
Cuando rías,
porque habrá un día en el que te entregues a la alegría,
limpia ya de tanto llorar...
porque habrá un momento, viento al viento,
en el que los árboles cambien de estación...
Cuando rías,
ríe por los dos.
Daniel Naranjo. Si vas a llorar.