Revista Cultura y Ocio
'¡Si yo fuera rico!, de Luis Mariano de Larra Wetoret
Publicado el 16 septiembre 2016 por Carm9n @Carmenyamigos¡Si yo fuera rico! es una de las novelas, pocas a decir verdad- Tres noches de amor y celos, La gota de tinta o La última sonrisa-, que escribió Luis Mariano de Larra Wetoret, autor hoy desconocido para la mayoría de los lectores y cuya biografía, si gustáis, podéis encontrar AQUÍ. La edición que poseo, de 1896, es de Montaner y Simón de Barcelona, editorial de la que, poco a poco, voy adquiriendo ejemplares. Me gusta su estilo, portadas, ilustraciones interiores- las de este volumen son de Alejandro de Riquer- y el catálogo de títulos, por supuesto, con obras del XIX que resultan particularmente atractivas (a mí al menos) por lo olvidadas que se hallan, por esa sensación de descubrimiento- lo es siempre para cada lector que se enfrenta a un nuevo libro- y la impresión de embarcarme en una especie de viaje en el tiempo- impresión que no gozaría, o no de modo tan intenso, con una edición reciente-. La única objeción que podría ponerles a estos viejos ejemplares es su peso, si acaso, pero ni se me ocurre. Aguanto estoicamente como corresponde.
¡Si yo fuera rico! es una obra hija de su tiempo, finales del siglo XIX. En esta época, las corrientes estilísticas dominantes son las promulgadas por el Realismo y el Naturalismo, a los que empieza a presentar batalla el Modernismo. Pero también es este el momento de la novela de costumbres, del folletín- sobre el que podéis leer AQUÍ-,...
Ya decía en la entrada anterior que Larra Wetoret fue principalmente un popular dramaturgo y libretista de zarzuelas, y estas dos facetas suyas se manifiestan en esta obra. Por un lado, la novela brilla en los diálogos- vivos, naturales, espontáneos, muy reales y con toques de humor principalmente de la mano de Rispall, el perezoso obrero reivindicativo- mientras que la narración propiamente dicha queda un poco floja, sobre todo en ciertos momentos digresivos/moralizantes del autor/narrador. Por otro lado, la historia va discurriendo a base de escenas, como en un teatro, sin análisis psicológico de los personajes, de sus ideas y pensamientos. Los personajes son lo que se ve en escena, sus palabra y sus acciones. Ahí es donde se revelan y descubren.
Pero también es la novela reflejo de su momento en cuanto a la temática y a la ambientación; es desde este punto de vista una novela costumbrista. La novela se sitúa en los años 80 del siglo XIX, en el período denominado de la Restauración (la de los Borbones con Alfonso XII), unos años en los que se hace evidente, de modo ostensiblemente retrasado respecto a Europa, la Revolución Industrial. Poca industria había por aquel entonces en España- un país de base eminentemente agrícola- a excepción de las fábricas textiles de Cataluña, o la industria siderúrgica de Asturias y el País Vasco. Son también los años en los que se deja atrás una sociedad estamental por una de clases, en los que surge la burguesía con fuerza y en menor medida el proletariado de las fábricas, que empieza a asociarse y hacer ruido con sus luchas sindicales.
Y es en este escenario socio-político y literario en el que Luis Mariano de Larra Wetoret escribe y publica ¡Si yo fuera rico!, no una novela importante ni destacada a nivel literario pero sí una novela con tintes de comedia costumbrista de agradable y fácil lectura. Agradable y simpática, desde luego, pues, de hecho, esta primera lectura me animó a continuar con otra novela del autor.
¿Pero de qué va la novela en cuestión?, os preguntaréis. Pues para decirlo rápido, de la ambición, de la lucha de clases, de la amistad, del amor,... del poder del dinero.
Comienza la historia con la presentación de doña Bernarda Bonet,
"Era doña Bernarda Bonet, mujer que frisaba los cincuenta años, de morenas y apretadas carnes, de complexión robusta, de carácter agrio, de palabras secas y desabridas, y de corto y revesado entendimiento. Sabía comprender todas las cuestiones propias o extrañas que se sujetaban a su criterio por el lado más ilógico e irracional; y todos sus actos, como consecuencia natural de tales premisas, eran casi siempre los menos acertados en la marcha normal de su existencia."
Pasaremos luego a conocer a su bondadoso hermano, Benito, y su joven y bella sobrina, Lucía, con los que vive, y a Puig, buen amigo y compañero de Benito en la fábrica de tejidos de Joaquín Bernaregui en Barcelona. Toda la armonía de este grupo se tambalea con el fallecimiento de Bernaregui y la sorpresa de su testamento. El heredero absoluto recibirá junto con la fortuna y la fábrica del fallecido, la envidia y malas caras de los que le rodean. Pero el dinero puede cambiar de mano y los testamentos de beneficiarios. Seremos testigos del cambio que la posesión del dinero opera no solo en quien lo posee sino en las expectativas de los que le rodean.
Pero además, entra en juego el asunto de las relaciones de clase entre amos y trabajadores con la figura del ya mencionado sin par Rispall, encargado de la limpieza en la fábrica, pero que más bien se encarga en su tiempo de trabajo de leer la prensa, de dejar la faena para mejor ocasión, haraganear y arengar contra la religión y a favor de la vuelta de Zorrilla, que echará a la monarquía y acabará con los poderosos-tiranos-opresores.
"- (...) Soy republicano federal- continuó alzando la voz- y fui alcalde de bario el año setenta y tres, cuando los míos mandaban. Si hubiese continuado aquella época feliz, ¡quizá sería hoy ministro! - ¡Ave María Purísima!- objetó entre dientes doña Bernarda."
Y otro personaje que tendrá su papel relevante en este grupo será Ramiro García, joven huérfano venido a Barcelona desde Madrid a la busca de un empleo. Como es de suponer, entra a trabajar en la fábrica de nuestra historia; será el encargado de llevar la correspondencia y el copiador. Y de nuevo, inevitablemente, Ramiro y la dulce Lucía se enamorarán. Queda por ver si ese amor superará los azares, los vaivenes y cambio de rumbo que el dinero va causando y algún pequeño susto que surge. Pero que no haya zozobra ni angustias; esto es una comedia.
Como decía, ¡Si yo fuera rico!- el título proviene de la exclamación repetida hasta la saciedad por Benito (hay que cuidarse muy mucho lo que se desea...)- es una historia agradable, con chispa, buenos diálogos, personajes estereotipados pero que hacen su papel, una lectura ágil- excepto algunos párrafos algo farragosos del narrador-. ¿Predecible? De la mitad de la novela en adelante, también, pero que aún así he disfrutado, precisamente por su sencillez y la satisfacción de que al final las cosas se enderezarán justo como todos deseamos.
Y aquí concluimos esta reseña y esta historia, cerramos el libro y volvemos al siglo XXI, al moderno siglo nuestro. Y una no puede evitar pensar que no son tantos los cambios en los 120 años de distancia entre esta ficción y nuestra realidad; los anhelos, esperanzas y también las pequeñas miserias y mezquindades del género humano se nos muestran en perspectiva apenas alterados. También la amistad y el amor permanecen con la misma fuerza.
La próxima estación a la que viajaremos con Larra Wetoret será a la que nos lleve La última sonrisa, novela anterior a esta de hoy, de 1891. Eso será el próximo viernes, pero antes de esa fecha he de enseñaros- ya llevo un par de lunes de retraso- una nueva entrada de la sección Mi biblioteca. Este lunes toca mostraros mis ejemplares de la editorial Lumen. Os espero...
¡Muchas gracias por la visita!
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