Fragmento de la portada de Siberia
La esperanza llega cuando más la necesitas pero menos cuenta de ello haces. Voy por la página 115 de Siberia, el nuevo libro de Juan Soto Ivars y de pronto todo va cobrando sentido. El dónde y el qué de ciertas cosas. En un capítulo de Public Speaking, el protagonizado por Fran Lebowitz, hay dos momentos en los que se habla de cosas importantes en lo tocante al mundo de las letras. Que hoy en día los periodistas parecen haber olvidado qué es una noticia. Que de pronto el periodismo se había centrado en la óptica de añadir opinión, visión personal, subjetividad a las historias, y estas habían dejado de ser importantes por ello. Lo segundo es que esta nueva era había traído demasiada autoestima a las personas. Que hoy en día todo el mundo cree tener algo que contar, y que demasiada gente se pone a escribir sus historias pensando que pueden importarle a alguien.
Jonás, el protagonista escritor de Siberia en cierto momento de soliloquio de la novela cuenta de sus problemas con la escritura. Él dice que “el escritor es un chorro de aire que no deja de hacer temblar las páginas. El que escribe, dos manos con sus dedos tiritando mudos sobre letras”. Poco después, en la novela, le enseña dos textos a una amiga suya, uno que escribe él y otro, que sin decírselo a ella, lo ha robado de una enciclopedia. A ella sólo le gusta el segundo. Jonás ha tenido cáncer, le extirparon un tumor en la cabeza y ahora no puede escribir, pero todo el mundo le dice que está muy guapo.
No nos es ajena la experiencia de la persona desarraigada que vive entre dos mundos, su entorno familiar rural y el profesional urbano, contexto en el que más común es aún entre los jóvenes estudiantes que huyen de las provincias a las dos grandes capitales de España para estudiar, sacarle provecho a la ciudad y convertirse en algo. Jonás habla con otra chica, una wannabe de actriz de teatro que imposta la voz al bromear, como también lo es su forma de llevarse el cigarro a la boca. Le pregunta por una ruptura sentimental de la chica, si fueron celos. “Claro, dice ella. De los únicos celos que tengo: los del talento”. La crisis de símbolos de esta era nos ha hecho creer que ninguno de nosotros querría ser barrendero, que teníamos que ser médicos, profesores, abogados, políticos, escritores. Antes de morir hay que plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro.
Juan Soto Ivars, o no-Jonás
Jonás (presumiblemente Juan Soto) vive acosado por sus ganas de fornicar y no hacerlo. Vive en un Madrid moderno y artista, rodeado de tendencias, droga y sombras. Con historias reales de buscadores del estatus. Ansiosos, derrotados. Todo el mundo ha hecho algo, todo el mundo es cortés con los demás. Todos tienen un problema, pero no saben cual es.
Un mundo aislado donde poco cuentan los elementos exteriores de su vida. Su narcisismo no le permite imbuirse de lo que no se presta a su poder. Un egoísmo que no se sabe si parte de la incapacidad de ver en los demás lo que quiere para él mismo o por el miedo a ser rechazado. Los campos semánticos son nuestra forma de considerar y desechar. De buscar el núcleo común de parcelas de la realidad que consideramos singulares, con principio y fin dentro de ellas mismas y limitar su dimensión, para decidir qué es lo que está fuera. En Siberia, de Juan Soto Ivars (cuyo prólogo se puede leer aquí) no sólo hace frío, sino que se está muy solo.
Una agenda de nombres de mujer que están por tachar, un amigo aficionado a las bombas atómicas, el retorno-exilio, la culpa, lo rural frente a lo urbano, el amor no devuelto a la familia, una escopeta de zchejov, elementos recurrentes, falsedades sociales, fracaso intelectual, el bloqueo artístico, las apariencias, la pérdida de tiempo, la pena, la muerte. Todo esto y bajo un tono natural, fluido, desencantado y sumamente próximo a la realidad de nuestras soledades, el poso de este libro incita finalmente a una reacción contra la resignación vital. “Esta es la historia de una violación. Contra una mujer y contra la literatura”, que diría la sinopsis. Desde luego, la no-ficción de la temporada.
Esther Miguel Trula