Revista Cine
Director: Stefano Sollima
"Soldado" (así le diremos, para abreviar, para no cansar los dedos; así se llamaba antes de que otra compañía se hiciera con los derechos de distribución y le cambiara el título al que ahora conocemos, además cambiando el enfoque de los trailers y todo eso, fíjense en eso, resulta interesante comparar la perspectiva con que cada distribuidora pretendía vender la misma película) no es una secuela propiamente tal de "Sicario", aquella magnífica película de Denis Villeneuve, no continúa aquella historia protagonizada por una Emily Blunt que juraba ser parte de la solución al problema del narcotráfico en la frontera entre México y Estados Unidos, pero que acaba decepcionada cuando descubre ser sólo un peón dentro de los chanchullos de Josh Brolin. "Soldado", como dejé entrever, ya no se centra en el problema del narcotráfico; mantiene el escenario, ese escenario tenso y asfixiante: la frontera entre mexicanos y gringos, el control de los implacables y desalmados carteles, pero ahora el problema, el enfoque es otro: el tráfico de personas, intentar meter inmigrantes ilegales a la mala, negocio más lucrativo (o más eficiente, de menos riesgos económicos si entendí más o menos bien) que el de las drogas. La situación explota cuando uno de esos inmigrantes ilegales resulta ser un terrorista, peor aún cuando unos días después unos sujetos se hacen explotar en un centro comercial de Kansas. Los carteles metiendo terroristas a Estados Unidos, ergo, los carteles ahora son organizaciones terroristas, o sea, ahora el gobierno gringo va a ir con todo en contra de ellos, y ¡bum!, más dinero para combatir a esos bandidos, es decir, nuestro buen amigo Josh Brolin, misterioso y oscuro sujeto de la CIA (¿de la CIA era?), es requerido para armar uno de esos chanchullos que sirva para dejar la grande, y no le imponen reglas, limitaciones, nada, que haga lo que se le dé la reverenda gana, para que los carteles narco-terroristas se maten entre sí. Y claro, la cosa se pondrá color de hormiga.Lo mejor de "Soldado" es que el argumento tampoco importa mucho; más importa ese sobrecogedor y envolvente clima de amoralidad, de tensión, de ambigüedad, de peligro latente y constante y, de todas formas, certero, cierto, innegable: como una bomba de tiempo. Es una maldita zona oscura, o zona gris, el de la lucha contra los carteles, nadie sabe para quien trabaja, no se puede saber que el gobierno gringo hace cosas bajo la mesa, tratos con oscuras agencias de quién sabe dónde, que recurren a métodos criminales (asesinatos, secuestros, digan más) para enfrentarse a esos otros criminales. No señor, el argumento no importa; la premisa, la de crear una guerra entre carteles para asestar el golpe definitivo cuando éstos se encuentren más débiles, es el macguffin perfecto para adentrarnos de lleno en el descrito clima sin dios ni ley, una tierra salvaje en donde impera la ley (la única ley) del más fuerte, en donde Brolin y Benicio del Toro deben dar y también recibir, y no precisamente consejos. Qué importa el argumento, maldita sea, si cuando trasponen la puerta a ese infierno ya no importa quién hizo qué o qué se yo, lo importante es seguir, que no te maten, continuar la guerra, la farsa, total, con Estados Unidos nadie se mete sin pagarlo después, y los soldados quedan atrapados en esta maraña de dimes y diretes, en esta sucesión sin fin de hechos de violencia en donde el motivo inicial se difumina por completo, en donde pierden significado los principios valóricos y morales de las autoridades, en donde los discursos no se imponen a las balas, y sólo quedan en pie la vanidad, el orgullo, la ira.Y "Soldado" es aún más cruda que "Sicario", más violenta, salvaje, brutal, visceral; el tramo final es rabioso, furioso, increíble, en donde el vacío y el abismo muestra su rostro. Una película, en definitiva, aún más oscura, negra, tenebrosa, desesperanzadora e incluso aterradora que su predecesora. Una película brillante, magnífica, dirigida con buen pulso por un Stefano Sollima que no se anda con cuentos, que va al grano, a la yugular, que se acopla perfectamente a este tono duro, agresivo, seco, en cierto modo desesperado, sin salida, que propone el guión. Y miren, no he hablado de Taylor Sheridan, uno de los grandes guionistas de esta época, ciertamente uno de los guionistas más únicos y coherentes de la actualidad. Acá sigue demostrando porqué le tenemos tanto respeto y admiración (y es que además, justo cuando temía que "Soldado" se pusiera trillada y convencional, Sheridan sorprende, da un giro de timón y hace que esta historia sea aún más contundente y menos acomodaticia). ¿Se imaginan llega a dirigir la tercera parte? Sé que es poco probable, pero un James Gray aportando su impronta sería sensacional (y lo digo porque me puse a repasar, así un poco a la rápida, "We Own the Night", otra genialidad de esas que se graban a fuego).Mi único reproche sería por los actores jóvenes, bastante flojos en sus labores, pero al menos saquemos algo interesante de la inclusión de dos personajes tan jóvenes en este entramado de bestias y monstruos: no es casualidad que sean estos dos personajes, en cierta forma, los que quedan más apaleados y deshumanizados, precisamente porque los vemos perder esa inconsciente ingenuidad, de quienes no conocen las entrañas y la suciedad del negocio, a manos de sujetos ya consumidos completamente por el sinsentido de esa guerra sin fin.Y habrá una tercera película para completar este tríptico sobre la guerra con los carteles, o sobre la podredumbre moral-política-loquesea, este podrido y profundamente pesimista estado de las cosas en donde, definitivamente, no hay vencedores ni victorias, sólo una ultraviolenta cadena de golpes, de zarpazos, que no hacen más que descender, escalón por escalón, esta espiral hacia un infierno que se expande y expande en toda direcciones, atrapándolos a todos."Soldado", de las mejores películas del año. Recomendadísima. No se la pierdan.