Poco menos que un revuelo regional se armó hace unos días cuando el precio de la sidra -generalmente uniforme- alcanzó dos euros con oventa céntimos. En primer lugar, quien suscribe está en contra de la estandarización de dicho precio, pues como cliente, no me parece justo pagar la misma cantidad por un buen producto que por otro inferior; por uno servido a la temperatura correcta y con un buen echador, que otro escanciado de mala gana o defectuosamente. Y tambien opino que la sidra natural asturiana es excesivamente económica; aunque el valor de la botella en el llagar sea sensiblemente inferior, su tratamiento y servicio apareja un extraordiario gasto para el profesional de la hostelería. efectivamente, un refresco o una cerveza de botellín, solo ocupan al camarero unos segundos, mientras que una botella de sidra, con un margen similar, obliga a servir seis “culetes” cada uno de los cuales implica más dedicación y tiempo que poner una Cocacola con un vaso en la barra del establecimiento. Fimalmente, como buen liberal, entiendo que cada profesional tiene todo el derecho a cobrar el producto al precio que considere oportuno siendo la clientela quien selecciona el establecimiento que frecuenta siguiendo muchos más parámetros que el precio de la botella de sidra.
Y entre todos, a apoyar y promocionar un producto auténtico y original de Asturias, que nos diferencia del resto de las regiones, incluso de aquellas que producen sidra.