-Hola, Carlos, ¡qué sorpresa!
-Seño, ¿cómo está? Ya no me dice “Carlitos”.
-No, ya no puedo. tengo que mirar para arriba para saludarte, sos todo un hombre.
-No se crea, a veces me siento tan chico como en esos días en que la volvíamos loca, ¿se acuerda?
-Difícil olvidarse -sonríe y los ojos le brillan un instante-. Ustedes eran terribles…
-Es cierto, ¿se acuerda cuando le robé la manzana que le había regalado la Rita?
Ella no se acuerda, como si el suceso no tuviera ninguna importancia. Pero él insiste.
-Tenía un hambre… En esos días no se desayunaba en casa, y yo estaba en la primera fila, pegadito al escritorio. Rita le había traído una manzana para ganarse su atención, era una pesada. Y la manzana era hermosa, roja, brillante, como si la hubiera lustrado en todo el camino de su casa a la escuela. No podía concentrarme en lo que usted decía y al final le metí un mordiscón.
-Uy, no me acordaba de esa anécdota.
-Yo sí, porque usted no me retó. Me secó una lágrima de remordimiento y me dijo al oído “Salí al patio y terminátela antes de que te vea Rita”.
Ahora cree recordar, esa lágrima furtiva quemaba en la mejilla de Carlitos.
-¿Y qué andás haciendo por acá? No me digas que ya tenés hijos en edad escolar, me vas a hacer sentir muy vieja…
-Usted nunca va a ser vieja, seño, pero no, no tengo hijos. Pasaba por acá, no sé, vi el frente de la escuela y sentí la necesidad de entrar otra vez.
-Qué lindo, justo tengo una hora libre, ¿querés compartir un café con leche?
-Me encantaría.
La maestra elige dos jarritos y los llena con el contenido humeante de una jarra de hojalata. Se sientan en la mesa llena de pilas de cuadernos.
-Usted estaba corrigiendo, no quiero interrumpirla.
-Uf, ya estoy aburrida de tanto corregir. Dejame hacer un recreo.
-¿Sigue usando birome verde?
-Siempre.
-Qué lindos que eran sus “Muy bien”, a mí me daban un calorcito en el pecho… Era lo primero que mostraba cuando llegaba a casa. Y eso que tenía pocos…
-¿Estás trabajando por acá, Carlos?
-En el supermercado, acá a la vuelta, pero hoy no trabajo.
-¿Tenés franco?
-No, seño, estoy suspendido. Tres días, por sustracción de activos de la empresa, dijeron. Yo solo agarré una manzana, y me vieron.
La maestra no dice nada, abre una lata y sirve galletas en un plato que ofrece a su exalumno.
-Gracias, seño. Qué bueno que usted siga siempre acá.
#MaestrosInolvidables