Revista Cultura y Ocio

Siempre digo lo que pienso – @CarlosAymi

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

De entre todas las mentiras que acostumbrarnos a decirnos, la de siempre digo lo que pienso es una de las más manidas, sobadas, recurrentes, aburridas. Lo veremos en breve, o intentaré que se vea; yo diré cualquier cosa para que vosotros entendáis lo que os apetezca, en ocasiones debe ser así, a veces solo puede ser así. Pero no nos desviemos. En apariencia la frasecita viste bien, no lo niego, pero solo si  la miramos de lejos, porque si nos acercamos sus ropajes ya no combinan tanto.

No se me acuse (al menos todavía) de promover la mentira, de apoyar la hipocresía, de incitar al cinismo. Solo pretendo ser sutil. Tan sutil como la dinamita. Y es que tengo mis dudas de que el ser humano sea el único animal racional (sospecho que no soy el único), pero no de que somos el único que miente y que se miente de manera abrumadora.

Decir siempre lo que se piensa no es que sea mentira, es que es imposible. Por ejemplo, por una cuestión, digamos, casi metafísica: somos capaces de pensar una cosa y la contraria en tanto que la contradicción es intrínseca a nosotros. A veces es cuestión de confusión, de no haber pensado lo suficiente sobre un tema, o de haber pensado precisamente demasiado. Pero en cualquier caso ahí está, como un quiste inextirpable, anexo en nuestro viaje.

Decir siempre lo que se piensa no es que sea mentira, es que no es aconsejable. Por ejemplo, por una cuestión, digamos, de supervivencia. Decir en todo momento lo que se piensa de tus padres, de tus amigos, de tus enemigos, de tus jefes, de tu pareja (a veces lo anterior se combina en diferentes cócteles), significaría un suicidio social. Y no solo social, sería como saltar a las vías del tren cuando este pasa. Y sería un tren de alta velocidad.

Decir siempre lo que se piensa no es que sea mentira, es que es poco ético. Por ejemplo, por una cuestión, digamos, de generosidad. La sinceridad está sobrevalorada. Al menos si por «sinceridad» entendemos dar tu opinión a costa de hacer daño. A veces ni siquiera se busca la verdad, sino inflar el ego (y todos deberíamos saber que hay motivos todavía mucho peores para la verdad). Callarse a tiempo puede ser un ejercicio de empatía, de solidaridad, de respeto.

Decir siempre lo que se piensa no es que sea mentira, es que encima resulta feo. La belleza del silencio es incuestionable. ¿Cuántas veces no es preferible callar a la obviedad? ¿Cuántas no es mejor no decir si lo que pensamos si lo que pensamos es aburrido y antiestético? Decían los clásicos que «verdad» y «belleza» caminan de la mano, y que descubrir ese camino era el conocimiento. No estoy del todo de acuerdo con esa idea y pienso que es otra forma de engañarse, pero vaya, los clásicos se engañaban de una manera hermosa.

Sencillamente creo que «siempre», «decir» y «pensar», no hacen el mejor de los tríos, y que puestos a hacer uno, todas las partes deberían sentirse a gusto. Y dicho esto, ya dije lo que pienso, como siempre.

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