Otra vez con ustedes (o hablando sola). En esta ocasión, el cuento que dejo trata de una historia triste que mucha gente menosprecia...
Siempre el último
Aunque el lugar estaba oscuro, no tenía miedo porque estaba acompañado. Podía sentir el roce de otros como él a cada lado. Sabía que tendría que esperar, pero desde que sintió movimiento, no pudo evitar la ansiedad. La agitación se respiraba a su alrededor.
Entonces sucedió: una rendija de luz apareció en el horizonte, y creció. Él y sus compañeros se revolvieron ansiosos. Podían sentir cómo los observaban mientras ellos aguardaban formados en una fila despareja, esperando ser elegidos.
Por un momento, pensó que había sido seleccionado, pero sólo lo empujaron para quedarse con su vecino. Con una leve tristeza, vio la luz desaparecer.
Otra vez permanecían en penumbras, ya quedaban menos y la inquietud había aumentado. Algunos susurraban ensimismados, otros trataban de moverse para quedar en mejor lugar; él seguía firme, seguro de su valía.
La luz reapareció y él se hinchó de entusiasmo, mas nuevamente fue decepcionado cuando su otro vecino resultó ser el ganador.
«¿Por qué?» se preguntó pensativo. Había escuchado comentarios de lo que le sucedía a otros como él… «No, no,» pensó. «Yo soy como los demás que están aquí, tengo tanto derecho como ellos a ser elegido.»
Nuevamente la claridad irrumpió y él se meneó ilusionado. Esta vez la elección se estaba demorando bastante, sus esperanzas crecieron y crecieron… hasta que la súbita oscuridad las aplastó. Había quedado solo.
«¿Por qué?» se repitió acongojado. «Soy como todos ellos: redondo y con relleno. Orgulloso de ser un alfajor, un alfajor de higo.»
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