
Siempre me han parecido más interesantes las historias sobre personajes perdedores, de esos a los que todo les sale un poco mal y que suelen sentirse incómodos en el mundo. Al menos yo me identifico mucho más con el tipo que se queda sin pareja, que con el que se lleva a la chica. Es un poco ese pesimismo compensado con humor inteligente que es el cine de Woody Allen y un poco también lo que hace David Trueba en Siempre es invierno (2025) bonito y evocador título para la adaptación de su propia novela, Blitz (2014). En ella, el protagonista es un arquitecto residente en Madrid que se presenta a un concurso en Bélgica. Se llama Miguel (David Verdaguer) y es un tipo con gafas que siempre hace chistes a destiempo. Su novia se llama Marta (Amaia Salamanca) y aunque han viajado juntos desde España, volverán cada uno por su lado. En la soledad sorpresiva en la que se encontrará Miguel, en un país extraño para él, se desarrolla esta comedia romántica melancólica, de chistes de media sonrisa, que se inicia con el ruido de una freídora en un kebab, como advirtiendo que lo que vamos a ver tiene poco de grandilocuente y más bien se parece mucho a la vida real, en la que algo tan pueril como enviar un whatsapp equivocado puede arruinar una relación sentimental. Verdaguer funciona muy bien en el patetismo de su personaje, que asume sus reveses con una mueca y siempre tiene una frase de humor inteligente para salir del paso. Es un tipo que odia muchas cosas -los mimos, los cantantes, los arquitectos de éxito- pero su destino cambiará al conocer a Olga (Isabelle Renauld), una mujer bastante más mayor que él. Lo mejor de las películas de Trueba es que se nota que las hace un tipo inteligente, de mirada humanista, cuyas reflexiones te acompañan bastante tiempo después de acabarse la proyección. En Siempre es invierno, Trueba asume un par de riesgos importantes: cuando nos muestra una relación íntima que es poco frecuente en la pantalla y cuando se despega del núcleo dramático en un alargado epílogo, muy literario, que expresa a la perfección que su protagonista está un poco perdido y en busca de algo que le dé sentido a su vida. Lo que hacemos todos.
