Amar al prójimo como a ti mismo es fácil exigirlo, pero difícil cumplirlo. Es desde el psicoanálisis que se sabe que en el hombre hay instintos que tienden a conservar y a unir (Eros) o bien a destruir y a matar (Tánatos), lo que viene a explicar la antítesis amor-odio. Hay entonces un placer en el hombre a destruir y a matar y es por lo que existe el mandamiento “no matarás”, ya que lo que ningún alma desea no hace falta prohibirlo, se excluye automáticamente. Pero la civilización ha sido conquistada por obra de la renuncia a la satisfacción de estos instintos y exige de todo nuevo individuo la repetición de tal renuncia. No se trata de eliminar del todo las tendencias agresivas humanas, se puede intentar desviarlas, al punto que no necesiten buscar su expresión en la guerra. Es preciso poner más empeño en educar para que haya un pensamiento independiente, inaccesible a la intimidación. Los abusos de los poderes del Estado de ningún modo pueden favorecer esta educación. Anteponen sus intereses a fin de poder dar razones para la satisfacción de sus pasiones. Todo hombre tiene derecho a su propia vida. La guerra destruye vidas llenas de esperanzas, coloca al individuo en situaciones denigrantes y destruye costosos valores materiales, productos del trabajo humano. No es sino a partir de la educación y la cultura de todos que seremos más civilizados.
Laura López, psicóloga-psicoanalista
Revista Psicología
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