Beber cerveza es uno de mis pasatiempos favoritos, podría decir que es parte de mí, lo acepto, soy un alcohólico empedernido, que camina siempre con una cerveza en la mano, la gente me ve caminar por el vecindario pero no me temen, soy un alcohólico inofensivo y educado, nunca dormí en una prisión pero no podría decir lo mismo de los callejones. Compartí noches en varios callejones del vecindario con ratas, perros y gatos.
Así como la cerveza las mujeres también son parte de mí, tengo una fascinante debilidad por esas bellas creaciones de Dios. He disfrutado varios encuentros sexuales durante la larga trayectoria de mi vida. Hoy es una de esas pocas noches que pasó en mi mugroso apartamento, cogí una cerveza la más helada y me dirigí al retrete y pase mucho tiempo en aquel lugar.
La vecina de al lado era una de esas lindas señoras que un marido no la valoraba y no le cumplía como se debe, pero vaya la suerte que tenía al tenerme viviendo al lado. Al parecer hoy será una de esas noches de sexo y cerveza, marque el teléfono y la llame, la propuse una invitación y diez minutos después aquella dama toco la puerta. Un vestido blanco algo enmugrecido que le llevaba hasta la rodilla ¡OH DIOS! Como me éxito aquella mujer, de enseguida la ofrecí una cerveza y brindamos por aquel momento, nos pusimos a platicar sobre algunos temas que realmente no me interesaba pero cada minuto que pasaba ambos nos calentábamos y llegamos a las caricias, la desvestí de a poco y la acaricie su vieja vagina con estas viejas manos.
A pesar de todo soy un caballero y no entrare en detalles sobre esa noche. Después de todo la bella señora se fue dejándome solo. Realmente me dejo agotado, la magnitud en cómo se movía era como la de un terremoto de 9.8 grados, me dejo devastado pero contento, una vieja melodía provenía de algún rincón de mi habitación, era una vieja canción de jazz, cogí una cerveza muy helada para relajarme con dirección a mi recamara me acosté y unos pocos minutos después me quede cabalmente dormido.