Revista Diario
Tras la llegada de un nuevo premio y después de reflexionar varios días sobre éste, me atrevería a decir en este post tan personal e íntimo, que intento ser una mamá consciente, pero que lo más importante en esta faceta está en el inconsciente. Os cuento: a través de Magia y de su blog Crianza Corporal, me llegó este bonito premio: "a la mamá consciente". Un premio que lleva aparejado “un reconocimiento a todas esas madres que se esfuerzan cada día en ofrecer lo mejor a sus hijos, con absoluta responsabilidad y plena consciencia de la tarea tan importante y delicada que tiene entre manos". En primer lugar me siento tremendamente halagada de que una persona que conozco virtualmente a través de los escritos que compartimos, me crea merecedora de ese premio y la definición que le acompaña. Mi agradecimiento, de verdad. En segundo lugar hay que reconocer que es una gran responsabilidad lo que asocia la palabra consciente: "que siente, piensa y obra con conocimiento de sus actos y de su repercusión". La pregunta que he de contestar es: ¿Te consideras una mami consciente? y ¿qué significado tiene para ti esta denominación? Pues vamos allá ¿no? Intento ser una mamá consciente. Y me explico: la maternidad me hizo descubrir que la crianza no era cuestión de suerte, que no era una lotería "el tipo de hijo" que te "tocara", sino que nuestro papel como padres a la hora de la consolidación del caracter de nuestros hijos era fundamental. Que eso que se dice: "Es que me ha salido malo...", "es que yo no sé de dónde ha salido con esas formas..."; no era del todo cierto, ya que aunque es innegable que una parte de nuestro caracter depende de la genética, hay una parte mayoritaria y enorme que depende de factores externos relacionados con la crianza de cada nuevo ser. Y aunque al mismo tiempo es reconfortante saber que de nosotros (y desde nuestra libertad) dependen muchas cosas, también asusta el encontrar de frente esa gran responsabilidad. Cuando te das cuenta de que los primeros años de vida de una persona son fundamentales, que no quieres decir: "más adelante" porque cada día se construye la personalidad de nuestros niños, que no deseas desaprovechar el tiempo con tus hijos aunque lleguen trenes muy interesantes de otra índole y los dejes pasar porque no era el momento. Por ello, empecé a buscar información, leer, ir a cursos,... que me dieran datos y argumentos para afianzar las decisiones que iba tomando con nuestro primer niño. Lactancia, colecho, porteo... fueron los primeros frentes que absorbieron mi interés. Quería saber el por qué, conocer más de todo este mundo inmenso que se nos abría, me sentía llena de energía... Ahí empezó el camino de intentar ser una madre consciente, sabiendo que esos simples actos (dar pecho o no, dormir con nosotros o dejarlo llorar...) que nacieron de forma espontánea, ya podían tener una repercusión importante. Y llegó el momento en que un inocente gesto de mi bebé-niño despertó sentimientos contradictorios en mí. Ahí de nuevo se encendió la luz. Había leído, sabía qué era lo que quería, amaba a mi hijo, el ambiente era favorable para nuestra crianza... pero ¿por qué determinados gestos o actitudes de mi hijo generaban algo nuevo en mí? Y me di cuenta de que por muy consciente que quisiera ser en la parte racional (leyendo, yendo a cursos, escuchando charlas), la realidad es que la crianza destapa muchos aspectos de nuestro inconsciente, de nuestro caracter, de nuestra coraza, de nuestra propia y pasada crianza, de nuestra propia historia... ¡Y cómo no! En toda esta parte inconsciente, hay muchas luces, muchas buenas intenciones, mucho altruismo, muchas experiencias satisfactorias... pero también muchas sombras, muchas heridas no curadas, muchos asuntos no resueltos, muchas lágrimas no derramadas, muchos abrazos no dados, muchos palabras ahogadas en nuestra garganta. Volví a ser consciente de que esta parte inconsciente iba a jugar un papel importantísimo en la crianza de nuestros hijos y que debía intentar (al menos intentarlo) romper con la cadena de transmisión intergeneracional que sin darnos cuenta, de forma sutil, depositamos sobre nuestros niños. Fui consciente de que esta parte inconsciente podía ser más fuerte que todo lo leído, todo lo estudiado, todo lo escuchado... porque por mucho que la parte intelectual, la parte racional comprenda algo y queramos llevarlo a cabo en el contacto diario con nuestras familias, lo fundamental es lo que interiorizamos, lo que pasa por dentro, lo que se siente. Pero entonces, ¿cómo podía hacer?, ¿qué era lo que podía hacer?... Pues claro y directo: buscar ayuda. Reconociendo que no se sabe todo, que se es imperfecto, que por mucha buena voluntad en criar de forma respetuosa tenemos nuestra propia mochila que a veces es una carga, que por muchas ganas de cambiar las cosas nuestro caracter está ahí y no se cambia de la noche a la mañana, que por mucho que queramos ser seres libres y plenos, nuestra coraza nos limita en muchas ocasiones sin que nos demos cuenta. Desde ahí, siendo consciente de mis propias limitaciones para criar a mis hijos en condiciones próximas a la salud, apuesto por un trabajo del inconsciente. Un trabajo que supone un esfuerzo para tod@s las personas implicadas, que tiene momentos duros, que no sé hasta dónde me llevará, que no sé qué es lo que abrirá,.. pero que veo imprescindible para la historia de nuestra familia. Porque siendo consciente, ya no puedes mirar hacia otro lado, tienes que mirar hacia el inconsciente.