- Siéntate y escribe.
- ¿Y qué escribo?
- Tú sabrás.
- Ya...
Hay veces que esto es así. Eso de las musas es una trola como una catedral. Creo más en esa frase tan sabia de Picasso que decía:
"Que las musas te pillen trabajando"
Así es. Empiezas juntando unas palabras que no terminan de convencerte y de repente hay una página entera, que sigue sin convencerte pero mejora tu estado de ánimo.
Y mañana por fin sin mascarillas, eso sí que es una alegría.
Miro por la ventana un rato. El teclado, el teclado lo miro mucho, como si en él estuviese la respuesta. Fijamente, con mis dedos esperando a recibir la orden de empezar a trabajar como locos, como si esperaran oír: preparados, listos, ¡YA!
Cada vez hay más perros en este barrio, ladran y ladran.
También miro las fotos que tengo en mi mesa, mi padre en una y en otra mi madre y yo juntas y abrazadas. Los miro sin más. Me busco en ellos, los ojos, la nariz, tal vez los labios... Y vuelvo a mis manos sobre el teclado que siguen quietas sin saber que hacer. Miro mucho el cielo que se ve desde la ventana, las nubes, los pájaros, a veces algún avión.. Y sigo esperando no sé muy bien el qué.
Tengo que comprar leche, y pedir hora en el dermatólogo para Currito.
El reloj me avisa de que pronto esta casa se llenará de jaleo, a Dior gracias, y se terminará mi tiempo y con él mi oportunidad de escribir.
El tiempo avisa de muchas cosas, igual que el color del cielo. Mi madre y yo tenemos la nariz igual, creo que Currita también.
Hay que limpiar los cristales.