En los tiempos que corren en los que cada día que pasa se pierden derechos que costaron décadas ganar, en los que el Estado de Bienestar sufre el ataque más fuerte de su historia y avanzamos hacia un Estado de Beneficencia, aparece con fuerza, actualidad y más vigente que nunca la película “Plácido” de Berlanga.
Esta película señala como pocas la hipocresía de una sociedad que sólo se acuerda de los más necesitados en los días señalados y religiosos. Con el eslogan “Siente un pobre en su mesa” se pone en marcha una campaña organizada por un club de señoras de la alta burguesía, y bajo el patrocinio de una marca de ollas, en la que la gente de clase media y alta puede elegir entre los ancianos del asilo o los pobres de la calle para llevarlos a su casa a cenar en estas fiestas navideñas. Todo ello aderezado de un humor negro y acidez tan brillantes que uno llega a preguntarse como pudo pasar la censura franquista esta película. Un film que disecciona con bisturí la doble moral de esa burguesía católica de la época, de golpes de pecho, mantilla y limosna al tiempo que fascista, hipócrita y meapilas por igual.
Y es que la comparación con la actualidad es obvia. Ver a nuestras Cospedal y Soraya vestidas de mantilla al tiempo que privatizan hospitales, cobran a enfermos por el traslado en ambulancia, recortan en dependencia y tantos otras políticas que afectan a los más débiles, nunca contra los más poderosos nos habla de esa doble moral gubernamental. El PP con sus recortes nos lleva hacia la beneficiencia, la caridad.
Como dice Eduardo Galeano mientras la caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba, la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo. La caridad es el instrumento que utiliza contra la pobreza el catolicismo social. Esta doctrina acepta la pobreza como algo imposible de combatir y sólo se puede paliar su sintomatología mediante la caridad y la limosna. De esta manera la base de la caridad es la arbitrariedad de la voluntad del que lo realiza, que supuestamente tiene arraigo en su moral cristiana. Es lo que diferencia a un Estado Social, Democrático y de Derecho de un Estado Benefactor; arbitrariedad de la voluntad frente a obligación de la misma fundamentada en la justicia. Esto es lo que estamos perdiendo, hacia donde vamos y “Plácido” muestra de forma tan certera. Un sociedad que aboga por la desigualdad pero que luego purga su conciencia invitando a su mesa a un pobre a que, al menos ese día, pueda comerse los restos de lo que los ricos le dejan con motivo de una festividad religiosa.
Ya lo dice el villancico final de la película:
“Madre, a la puerta hay un niño,
tiritando está de frío
anda y dile que entre,
se calentará,
porque en esta tierra
ya no hay caridad,
ni nunca la ha habido,
ni nunca la habrá”
Así que en estas fechas navideñas un buen plan puede ser revisar nuevamente “Plácido”y observar que cerca estamos de regresar al pasado. Aquí está la película integra.