Siento decirlo, pero en unas horas se acaba el verano. Al menos informativamente hablando. Cuando arranque el día, Rajoy y allegados ya estarán en su despacho y las noticias estivales dejarán paso poco a poco a la dura realidad sociopolítica y económica que pule los ánimos de este país. De las fiestas y ocios veraniegos a raudales volveremos a la marejada fuerte marejada de los EREs, los Bárcenas, los Urdangarines, los índices de desempleo, los datos macroeconómicos, los casos de corrupción, las portadas precocinadas y la infinidad de indecencias que nos cabrean el día a día. Hasta en los cielos, al menos en los que me toca ver, el azul despejado ya ha dejado paso a los nubarrones típicos de finales de agosto previos a ese veranillo de San Miguel que últimamente se alarga hasta bien entrado octubre. El pasotismo del terraceo cerveza en mano y carcajadas a saco se sustituirá por la plomiza rutina preotoñal, aderezada con esas informaciones coñazo sobre libros escolares, el peso de las mochilitas y el síndrome postvacacional en la vuelta al trabajo, esa patología urbanita que ya les gustaría sufrir a nuestros seis millones de parados.
España, Mundo real, Política