Siete pasajeros

Siete pasajeros al mes en un aeropuerto me suenan a demasiado pocos, pero no pienso lo mismo de los doscientos ochenta millones de euros públicos invertidos en creación y remodelación de aeródromos a todo lo largo y ancho de la geografía española. Siempre señalamos en este espacio que un defecto del pueblo español, es el deseo más de sentirse mejor que diferente, y ahí es donde Huesca precisa imperiosamente una terminal aeroportuaria, que reclamará en breve Cercedilla del Fresnedal o Rodrigatos de la Obispalía, pueblo que siempre me llamó la atención por su nombre, cuando iba a Ponferrada, hace ya muchos años.

El incremento constante en la cifra de parados no amilanó al ejecutivo anterior, que siguió gastando dinero público en obras más o menos faraónicas y de una utilidad más que dudosa, al margen de una rentabilidad solamente soportable a través de la subvención o financiación pública. Me gusta Huesca y tuve ocasión de recorrer en cierta medida el pirineo oscense; un aeropuerto allí no parece rentable ni imprescindible; estoy seguro de que los expertos así lo habrán dictaminado, pero la política es la que manda y tiene pocas veces que ver con el sentido común.