Revista Libros
Es difícil describir estos cuentos, en los que el autor serbio introduce un sistema de juegos y espejos que a veces recuerda a Alicia en el País de las Maravillas. Pero todos ellos son asombrosos. En estas historias hay un narrador que piensa en una casa y la amuebla a su antojo dentro de su mente, hay personajes que invitan a un lector a unirse a ellos, hay otro narrador que cree estar contando su historia hasta que le dicen que es sólo un videojuego cargado en la computadora de la mujer del auténtico narrador, hay una mujer embarazada por un lector de tal manera que realidad y ficción se solapan, hay un escritor (Milorad Pavić) que se dirige directamente a los lectores y les propone un juego, hay lectores perezosos que no se reflejan en los espejos de la ficción porque han dejado algunas lecturas a medias, hay referencias y guiños a otras obras de Milorad, hay cazadores de sueños y hay varias lecturas porque es un libro inagotable en el que cada relato sugiere algo sobre un pecado capital. Dejo aquí algunos fragmentos:
Los pensamientos humanos son como cuartos. Entre ellos hay salas lujosas y cuartuchos saturados. Los hay soleados y sombríos. Algunos dan al río y al cielo, otros al traspatio o al sótano. Las palabras en ellos semejan cosas y pueden ser cambiadas de un cuarto a otro. Los pensamientos dentro de nosotros en realidad, esas habitaciones en nuestro interior, agrupadas en palacios o cuarteles, pueden ser moradas de otros donde uno resulta ser sólo un inquilino. A veces, sobre todo de noche, encontramos que las salidas de esos aposentos están cerradas con llave y no podemos abandonarlos. Estamos encerrados como en un calabozo hasta que nuestros sueños nos liberan y nos dejan salir. Pero los sueños son como los invitados a una boda, hay que esperarlos. Mientras tanto, reina el insomnio. Dicen que existen dos insomnios, como dos hermanas. El de antes de dormirse y el otro, después de despertar en plena noche. El primero es madre de la mentira, el otro es madre de la verdad.
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En ella duerme Constantina, la gata rayada parecida a aquélla que JM encontró y amó en Grecia afirmando que Constantina en vez de soñar sus propios sueños soñaba los míos.
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-No le creas –me dijo entonces la princesa– tú no estás aquí con nosotras por estar soñando, nosotras no hemos salido del libro y entrado en tu sueño, sino lo contrario: tú entraste en el libro.
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El escritor que resulta ser más sabio que su cuento se ha equivocado de oficio.
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-La vida duele. Cada movimiento que hago está equivocado y cada palabra mía es errónea. Y cada uno de esos errores se paga caro… Entre nosotros, allá, el futuro es como un insomnio infinito, y el hombre es como un caracol; deja su pasado baboso tras de sí como una huella transparente y carga el futuro sobre su espalda como una concha de caracol en la que se ovilla cada noche para pernoctar…
(…)
-No vuelvas allá. Quédate aquí a dormir. Aquí, en mi cuento, estás a salvo.
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Su siguiente deber, querida Aseneta, es soñar un sueño. Antaño los monjes de Constantinopla curaban las enfermedades del sueño de sus hermanos, o de otra gente, solicitándole a toda la hermandad de su monasterio que una determinada noche soñara el mismo sueño, previamente descrito.
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Cada lectura es, en realidad, la búsqueda de saber quién es uno.
[Traducción de Dubravka Sužnjević]