Iba a ponerme a divagar sobre la situación actual y a compararla con otros periodos de sobra conocidos y mucho más interesantes: el Siglo de Oro (o la Edad de Plata, si prefiren) y el Siglo de las Luces.
Iba a reflexionar sobre tiempos pasados, que no siempre son mejores; pero es que sí fueron mejores, y hoy están enterrados bajo infinitas capas de residuos de mediocridad.
Iba a enumerar una prolija lista de inteligencias con las que medirse, para sonrojo de las "cabezas" que hoy rigen nuestros destinos.
Iba, en fin, a clamar en el desierto.
Pero como les presumo (no sé si es mucho presumir) conocedores de la importancia de ambas épocas y su fundamental aportación al desarrollo cultural y social de nuestra sociedad, les ahorraré la molestia de leer una soflama tremendista sobre la pérdida de creatividad, de espíritu reformista, de interés científico y educativo.
Simplemente les diré que, a día de hoy, estamos inmersos en una nueva época: el siglo de cobre y el siglo de las sombras; busquen (y encuentren) ustedes los paralelismos.
Hoy estoy cansado y a punto de decir eso de que cualquier tiempo pasado… otro día, si acaso, les buscaré ejemplos, enlaces, figuras, modelos… Pero hoy, háganlo ustedes.