Revista Opinión

Siglo xxi, odisea del soñar

Publicado el 20 noviembre 2019 por Carlosgu82

SIGLO XXI, ODISEA DEL SOÑARSIGLO XXI, ODISEA DEL SOÑAR

por Ricardo Gómez López
 Cuando niño contaba los años que faltaban para el 2.000 y calculaba la edad que tendría en aquel lejano futuro. Especulaba sobre los adelantos tecnológicos y la evolución del homo sapiens. Imaginaba una sociedad poblada de seres con túnicas blancas, pululando en un ambiente de naturaleza; un mundo sin guerras ni miserias, donde el amor era el pan nuestro de cada día, y sonreíamos armonizando con el cosmos en una alegre danza de hermanos. ¡Ah, la inocente candidez!

Hoy, después de un pestañeo del tiempo, encuentro mi maltratado latir latiendo en el nuevo milenio, y me basta auscultar los noticiarios o sumirme en la urbe con su loco ajetreo, para sentirme literalmente estafado:

Dramas sociales rotulados con la palabra “temas”; porcentajes y números a granel para intentar convencernos de una venturosa sobreviviencia; explotación desmedida de la morbosidad y el sensacionalismo, por algunos medios de comunicación en su mezquino afán de “vender la noticia”, para obtener un escaño más en el rating; desencuentros de las corrientes filosóficas, políticas y religiosas con una lluvia de descalificaciones mutuas; carreristas del marketing acosándonos con las espadas del status y del consumismo (perfeccionadas fórmulas para un moderna esclavitud); guerrillas por el poder envolviéndonos en un juego devastador; depredación de nuestro hábitat natural camuflado “en aras del progreso”, e infinidad de otras manifestaciones de “civilidad”, como el inmortal racismo. (¿Con qué ánimo, por ejemplo, seres extraterrenales se aventurarían a visitarnos?, ¿cómo podríamos convivir con ellos: “engendros de piel gris, con tres dedos en las manos, de siluetas regordetas o de aspecto desnutridos” como los niños de Somalia?).

Las escalas de valores ahora descienden hacia los subterráneos de la minusvalidez mental que se ha ido imponiendo en nuestra sociedad.

“Este mundo es uno y para todos”. ¿Hasta cuándo seguiremos coreando buenas intenciones, todos juntos, si “la vida sigue igual”? Pero “siempre hay porqué luchar, por quien sufrir”…

¡Aquella sociedad más justa es solo sueño de idealistas y humanistas que “el hombre, el lobo del hombre” mandó al infierno?.

Pero, como “la caridad empieza por casa”, más que la prosperidad del estándar económico, sería óptimo el florecimiento de la calidad humana. Principiemos entonces por el núcleo familiar; aprendamos a mirar corazones y no bolsillos. “El dinero no hace la felicidad” (a pesar de la insidiosa acotación: “pero contribuye en un 99%…”. “Consumismo es comprar lo que no se necesita con la plata que no se tiene, para después mostrárselo a nuestros enemigos”. ¡Sin comentarios!). El amor no es un “tema” más…, menos “algo” desechable.

Hemos construido ciudades con la intensión de acercarnos y protegernos, y cuán solitarios estamos por dentro, siempre a la defensiva, prejuiciosos; aprensivos.

Seguramente nuestro errático accionar es culpa de algunas humanas debilidades tales como la envidia y el egoísmo, y de la incapacidad de desarrollar y superponer a ellas el raciocinio y nuestras hermosas -y ya escasas- sensibilidades.

No creo, ni por asomo, que después de miles de años de “evolución” sea este el “Paraíso” que añoramos y que por desgracia dejaremos de herencia a las futuras generaciones. El desbocado galope apocalíptico hace evidente la caída por el despeñadero.

Hoy, parado en mitad de la vida, y ya adentrándome en las estaciones de la madurez, pienso que nos debemos el desafío de unir las manos del corazón, para dibujarle al atribulado rostro de nuestro planeta una gran sonrisa solariega.

Por nuestros inocentes hijos -a pesar de lo críptico-, porfiadamente me atrevo a resoñar una cercana primavera donde nos reencontremos humanamente, para hacernos dignos y merecedores de estar parados en este universo, mientras, en los albores del siglo XXI, en un rincón de mi alma, un niño continúa llorando de realidades.


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