Álvaro Blázquez y Tomás Alberich
Los partidos políticos poseen unas características discursivas derivadas de un argumentario que, en principio, se pretende que tenga la máxima eficacia, siempre manteniendo una línea ideológica que aporta significantes para convencer a una parte importante del electorado. La ideología suele partir de valores éticos, mientras que la eficacia se centra más en la capacidad de convicción. Sin embargo ambas pueden derivar, en el peor de los casos, en propuestas falsas, engañosas o que no se tienen intención de cumplir. En el camino quedan significantes flotantes, que sirven para todo (según Laclau, caracterizados por su naturaleza ambigua y polisémica) o significantes vacíos, es decir, los que no pasan de la pura retórica (o significantes sin significado)
En esta ocasión, pretendemos realizar un análisis de estos significantes de una forma sintética y fácil. Para ello, se ordenarán en dos columnas que serán contrapuestas según su marco ideológico preponderante. Los principales partidos políticos nacionales en España son en la actualidad cuatro, pero resulta más clarificador aglutinarlos en dos opciones o bloques (derechas o izquierdas), precisando después en los comentarios, si acaso, diferencias entre opciones políticas concretas.
Todos los significantes aparecerán contrastados, fijándose en tendencias discursivas más que en valores absolutos; es decir, que el mérito, la seguridad y el orden, por mostrar los tres primeros ejemplos, queden del lado de la derecha, no significa que la izquierda renuncie a ellos, sino que en sus discursos, estos conceptos aparecen en muchas más ocasiones en un lado que en otro. Incluso pueden darse casos de “robo” de significantes; por ejemplo, la libertad aparece en las últimas décadas apropiado por partidos de derecha, cuando a mediados de siglo XX este significante estuvo claramente orientado hacia la izquierda.
También se utilizarán simples negaciones conceptuales cuando sea necesario. Por ejemplo, la derecha niega (o desdeña) el machismo o el racismo, mientras que la izquierda niega la existencia de una ideología de género. Se trata, en fin, en buscar significantes contrapuestos y ver cuales de ellos tienen una mejor eficacia discursiva.
IZQUIERDA
DERECHA
Igualdad
Mérito
Rehabilitación social
Seguridad
Represión (contra)
Orden
Acogida migrantes
Control inmigración
Derechos
Libertad
Intelectualismo
Lenguaje directo
Justicia fiscal
Bajar impuestos
Nacionalismo poblacional
Nacionalismo territorial
Plurinacionalidad
Identidad nacional
Políticas de género
Ideología de género (contra)
LGTBIQ+
Familia
Contra el Machismo
Negación machismo
Contra el Patriarcado
Negación patriarcado
Feminismo
Feminismo liberal
Derecho al aborto
Derecho a la vida
Eutanasia
Muerte “natural”
Lenguaje inclusivo
Mofa del lenguaje inclusivo
Servicios sociales
“Paguitas”
Servicios públicos “gratuitos”
Servicios públicos concertados
Racismo (contra)
Negación racismo
Decrecimiento
Crecimiento
Ecologismo
Crecimiento sostenible
Cambio climático antropogénico
Cambio climático natural
Colapsismo
Progreso tecnológico
Vivienda pública
+ Construcción
Igualdad – Mérito. Si la izquierda reivindica la igualdad sin una definición más concreta, es posible que el mérito tenga un mayor potencial discursivo: tener lo que cada uno se merece según su esfuerzo resulta un mensaje muy atractivo. Sin embargo, cuando se pasa a concretar mejor la igualdad, por ejemplo en la igualdad de derechos, el significante cobra mucha fuerza. La igualdad sin una mayor definición puede resultar artificiosa, un concepto clónico, por lo tanto no tan eficaz como se puede creer. Por último, resaltar que la derecha ha decidido últimamente apropiarse del concepto de igualdad (igualdad de todos los españoles) tergiversando el conflicto catalán que ellos mismos crearon o potenciaron.
Seguridad – Rehabilitación social. La seguridad es un significante político clave. Si la existencia del Estado se justifica por algo es por esa renuncia de los ciudadanos a defenderse por sí mismos mediante la violencia. Los diferentes servicios públicos, también de una vital importancia, son incluidos muy posteriormente en la historia. Muchos gobiernos de derecha y extrema derecha (Bolsonaro, Trump) ganaron elecciones sobre todo por la percepción (que a veces puede no ser real) de falta de seguridad, sobre todo en grandes metrópolis. La rehabilitación social de la delincuencia es un avance civilizatorio indudable, pero a mucha gente le sigue importando más una buena seguridad que una rehabilitación de “dudosos” resultados.
Represión (contra) – orden. La represión hoy en día en un país como España tiene un calado importante en lugares como Cataluña, con cientos de presos políticos, y el País Vasco, con un tremendo conflicto reciente. La represión política en otras regiones es sentida por una parte muy reducida de la población (tras manifestaciones, con sentencias injustas, etc). La importancia de la represión del Estado (policial, judicial) es mínima, por lo tanto el significante represión no remueve precisamente muchas conciencias. El concepto de orden abarca un significado más amplio que de la seguridad, es de carácter conservador clásico; sin embargo una de las estrategias de la derecha implica también alterar ese orden, secuestrando instituciones como la justicia o ninguneando otras que no controla.
Acogida de migrantes - Control de la inmigración. Un tema ya importante en España, pero crucial en Europa. Según datos de CIBOD en 2023, dentro de la UE solo en España existe un gobierno de izquierdas, pues en Alemania, Eslovenia y Malta existen gobiernos calificados como de centro-izquierda. En el resto (22 países) gobiernan o grandes coaliciones, o equipos de centro derecha y derecha. Este panorama se debe, en otros factores, al impacto de una inmigración que, por otro lado, es muy necesaria en muchos de estos países. En España, incluso el Gobierno estatal lleva años intentando frenar la inmigración mediante acuerdos con Marruecos, sabedor de que la entrada masiva de migrantes es muy impopular. Es evidente que hay un tanto por ciento muy alto de población que desea un control más o menos contundente de los movimientos migratorios, por lo tanto la izquierda suele perder mucha capacidad de convicción en este campo.
Derechos - libertad. Como significados contrapuestos resultan bastante paradójicos. En principio, la defensa de los derechos ciudadanos debería constituir un argumento mucho más potente que el ambiguo significante de la libertad, sobre todo cuando este cae un manos de la derecha, donde parece que, más que libertad, lo que se reivindica es “mi” libertad sin importar la de otros, o directamente la impunidad. Sin embargo, analizando resultados electorales como los de Madrid, donde la “libertad” (sin ni siquiera añadir un programa explicativo) fue una indudable bandera de enganche, parece que la eficacia de este significante desnudo fue exitoso.
Intelectualismo - Lenguaje directo. El lenguaje intelectual, muy ligado a la Universidad, posee una riqueza y una lucidez encomiable cuando se expresa bien elaborado, pero es poco eficaz en el debate político. El lenguaje directo, siempre con un mayor riesgo de ser demagógico y sobre todo simplista, es claramente utilizado por la derecha como estrategia electoral. La izquierda, por lo tanto, debe buscar un lenguaje sintético y con fuerza, que huya a la vez del simplismo y la demagogia, por ejemplo, centrándose en una mejor gestión y en mucha menos corrupción que la derecha. Por lo que no se debería dejar de utilizar el lenguaje directo, por ser claro y entendible, incluso popular-populista en el buen sentido. Por poner un ejemplo: es más exacto decir que hay que buscar “soluciones habitacionales” para toda la población, pero si se dice “viviendas”, o “el derecho a la vivienda” se entenderá mejor.
Justicia fiscal – Bajada de impuestos. En una ocasión, J. L. Rodríguez Zapatero afirmó que bajar impuestos, si esto es posible, puede ser de izquierdas. Tenía razón. De hecho, su gobierno ha sido el único que devolvió una partida de ingresos recaudados a los españoles. En todo caso, la izquierda suele explicar bien por qué los impuestos actuales son necesarios y, sobre todo, afirmar que de lo que se trata es que paguen más los que más tienen. Sin embargo, existe un sector de trabajadores cualificados, profesionales y autónomos que, a pesar de reducciones de impuestos otorgados para el principio de la actividad, se siente castigados por una alta imposición que les lleva a considerar que soportan un Estado confiscatorio. Este sentimiento es aprovechado por la derecha, que en España no se ha caracterizado precisamente por bajar impuestos, sino más bien por todo lo contrario, aunque no existe un recuerdo claro de esta evidencia.
Hay una diferencia clara en la forma de ver y sentir los impuestos entre un asalariado y un autónomo. Éste puede elegir, por ejemplo, lo que paga para tener más o menos pensión, el asalariado en parte también pero, de partida, se lo da hecho la empresa, le entrega la nómina y, salvo que solicite un aumento de las retenciones -caso bastante marginal- no tiene que hacer nada. El autónomo se ve más obligado a cargar directamente con sus propios impuestos, una visibilización que genera más rechazo en el pago.
Nacionalismo poblacional – nacionalismo territorial. Mientras el nacionalismo poblacional, es decir, un nacionalismo que se apoya en el sentimiento identitario común de un pueblo asentado sobre un territorio, es reivindicado por la izquierda y cierta derecha moderada o centrista; el nacionalismo territorial, es decir, aquel que solo le interesa la posesión de un territorio, sin importar los sentimientos identitarios de la población perteneciente a éste, es más propio de partidos de extrema derecha y, en cierta medida, también de izquierdas jacobinas, que siempre han estado presentes, sobre todo en Francia. Turquía, Israel o Birmania son ejemplo de estados territoriales, donde la población no mayoritaria es fuertemente reprimida; los nacionalismos escoceses, portugueses o daneses, por poner tres de muchos ejemplos, al ser poblacionales no representan una amenaza a otros pueblos.
Plurinacionalidad – identidad nacional. De modo más concreto, la plurinacionalidad, planteada en cierta manera por la Constitución Española al referirse a regiones y nacionalidades, es recogida por la izquierda, mientras que la derecha reclama directamente la identidad española por encima de cualquier otro sentimiento identitario de carácter regional o europeo. Sentimentalmente es mayoritario, y por lo tanto más eficaz, este último, salvo en el País Vasco y Cataluña
Políticas de género – Ideología de género (contra). Las políticas de género se refieren a la protección, respeto y también reivindicación de las mujeres y a los diferentes colectivos LGTBI, algo que la derecha define como una ideología que enfrenta a la mujer contra el hombre y que incluso “fomenta” la homosexualidad. Por lo general, la derecha está contra la educación sexual en los colegios, la cual debe dejarse en manos de los padres o, incluso, de la Iglesia. El punto más débil de la izquierda en estos significantes está en el transexualismo, un colectivo muy minoritario (no más de diez mil personas) al que se otorga el derecho de cambiar de sexo de forma gratuita en algunas comunidades autónomas, incluso a menores de edad. Libros como “Nadie nace en un cuerpo equivocado” -un éxito de ventas-, denuncia, entre otras consideraciones, la hormonación continua como un error y un peligro para la salud. En este último campo, el discurso de la izquierda pierde mucha eficacia.
LGTBIQ+ - Familia. La derecha defiende la familia tradicional (muy mayoritaria como es sabido) y también las uniones homosexuales tras aceptarlas después de fuertes protestas en los años 90. La izquierda también defiende la familia heterosexual, pero no con tanto ahínco, no como modelo preferencial. El contraste entre una palabra tan identificable como familia y las complicadas siglas LGTBI (o incluso LGTBIQ+), que poca gente sabe realmente que significan, perjudica a la izquierda.
Machismo (contra) – “Negación” del machismo. Aunque el machismo ha descendido en términos generales en la sociedad española, éste sigue sin duda existiendo, pero aquí la derecha tiene una buena escapatoria, achacando más comportamientos machistas a los colectivos migrantes, lo cual es desgraciadamente cierto. El que exista un porcentaje ligeramente superior de comportamientos machistas entre la población inmigrante no soluciona nada, ni explica la violencia machista en España, pero tampoco se debe negar por la izquierda.
Contra el patriarcado - Negación del patriarcado.Se entiende por patriarcado el dominio del hombre en todas las instituciones de un país, desde la familia hasta el Estado, aparte de empresas y organizaciones religiosas. Se puede decir que en España no existe ya un patriarcado en lo público, y sí en algunos ámbitos familiares, aunque cada vez menos. Desciende también, aunque no suficientemente, en la gran empresa. Solo en instituciones privadas como la Iglesia Católica y en la mayoría de las religiones, existe un patriarcado claro y nítido, privadas pero con protección y abundantes subvenciones públicas. Es decir, ni se puede decir que España es una sociedad patriarcal, ni negar que éste existe en algunos ámbitos de la sociedad. En general, podría afirmarse que la denuncia del patriarcado resulta poco eficaz, pues es una realidad que las mujeres cada vez ganan más terreno en todos los ámbitos sociales.
Feminismo – feminismo liberal. Por feminismo liberal se entiende un feminismo no vinculado al movimiento LGTBIQ+, contrario a las cuotas y partidario de que las mujeres compitan con los hombres en igualdad de condiciones -evidentemente un planteamiento muy “teórico”. En cuanto al feminismo clásico o progresista, muchas expertas coinciden en definir una cuarta ola que comenzó claramente en España en el año 2016 (huelga general feminista en 2018, MeToo en EEUU, Vivas nos queremos en Iberoamérica), lo cual no quiere decir que no hubiera activismo feminista antes de esa fecha). Esta cuarta ola incide en la violencia de género, en la protección económica de las mujeres maltratadas, pero también en conceptos equívocos como la brecha salarial, reivindicada en conjunto, pero que muchas feministas lo han presentado como desigualdad de salario por un mismo puesto de trabajo, cuando esta desigualdad es casi inapreciable según datos existentes, especialmente en las Administraciones públicas. Parece que la brecha salarial y otro concepto como el “techo de cristal” se refiere sobre todo a puestos de responsabilidad en las empresas, donde las diferencias persisten. También han existido algunas declaraciones que condenanal género masculino por el simple hecho de pertenecer a él, junto con otros aspectos que han generado una reacción importante en una parte de la sociedad. Por ello, es posible que ciertos postulados del feminismo actual, y sobre todo algunas de sus representantes políticas, haga perder votos a la izquierda.
Derecho al aborto – derecho a la vida. Las interrupciones voluntarias de embarazos es un tema éticamente muy complejo, pero que los países más avanzados del mundo resolvieron ya en los años 70 permitiendo a las mujeres tener asistencia médica libre e incluso gratuita para abortar. Sin embargo, movimientos conservadores y cristianos sacan una y otra vez este tema que la derecha política intenta rentabilizar. En todo caso, en este campo la izquierda tiene más eficacia.
Eutanasia – muerte “natural” . En este tema la izquierda tiene gran ventaja, pues reivindica la libertad del individuo, quedando la derecha en clara contradicción con sus postulados “liberales” o de libre elección personal.
Lenguaje inclusivo – mofa del lenguaje inclusivo. El lenguaje inclusivo es, en principio, recomendable. En cuanto a profesiones, es acertado decir, por ejemplo, la “jueza” en vez de “la juez”, incluso doblar el género en casos como “señoras y señores”, etc. Pero ir doblando el género a lo largo de una frase crea un efecto agotador, y peor incluso es hablar solo en género femenino o inventarse palabras o géneros nuevos. El efecto conseguido es casi ridículo, y no es de extrañar que la derecha se mofe de ello. Se ha llegado a decir públicamente aberraciones lingüísticas como “cuerpos y cuerpas” o “autoridades y autoridadas”, entre otras lindezas. Utilizar el lenguaje solo en femenino, como genérico, identifica a una minoría izquierdista. Produce un autoseñalamiento minoritario. No parece adecuado utilizar constantemente el “nosotras” en ruedas de prensa o debates entre representantes políticos, cuando lo correcto sería decir el nombre de la entidad política que representas. Por ejemplo, lo correcto: “Partido X defiende el derecho a la vivienda para toda la población española”, no decir: “Nosotras defendemos el derecho a la vivienda para todas”, con esta última frase se identificará solo una parte de la gente.
Servicios sociales – paguitas.Hasta el ultraliberal Antonio Escohotado llegó a afirmar que hay gente que no puede mantenerse por sí misma debido a una serie de acontecimientos adversos, él lo llamaba sencillamente “mala suerte”: enfermedades, orfandades, entornos familiares tóxicos, fuertes carencias económicas, etc. Aunque es cierto que no puede achacarse estas causas digamos “externas” en un cien por cien de los casos, éstas si que son muy mayoritarias.
Cabe preguntarse también por qué la derecha no incluye en las paguitas a sus comisionistas, falsos asesores, etc. El Estado se deja en apoyos económicos unos 6 mil millones de euros al año, descontando pensiones cotizadas y desempleo. Lo que sí sería interesante para la izquierda es plantearse un trato de “tú a tú” con el Estado, es decir, si el Estado ayuda, que el ciudadano también devuelva esa ayuda en forma de trabajos para la sociedad. Se llegaría así a la formula de trabajo para todos, que defiende cierta izquierda como alternativa a la renta básica. Aunque evidentemente esa devolución de ayudas no puede ser automática, exige mecanismos complejos y ajustar tiempos vacíos que deben ser cubiertos por una ayuda básica universal.
Servicios públicos gratuitos – servicios concertados.La derecha afirma que la externalización (privatización), por ejemplo de la gestión de hospitales públicos, implica un funcionamiento más eficaz, al igual que los colegios concertados aportan mejor calidad de enseñanza. Lo único cierto es que los colegios concertados poseen si acaso unas mejores instalaciones, aparte decobrar doblemente, del Estado y a las familias, y que los hospitales de gestión privada cuestan más dinero a las arcas públicas por existir una intermediación yun beneficio empresarial. Si un hospital público funciona mejor que uno de gestión privatizada, sería bueno preguntarse, ¿con qué recursos se dota ese hospital público? Detrás de todo esto existen empresas, agentes privados y fondos de inversión que esperan hacerse cargo de negocios seguros, sin riesgo, a costa de las arcas públicas. Ese es un argumento principal para la izquierda.
En las cuentas públicas de las Comunidades Autónomas hay una gran mentira: indican lo que dedican a “sanidad” y a “educación”, y anuncian cada año que gastan más dinero en estas áreas, pero raramente se consigue saber realmente a que dedican más dinero: al pago de sanidad y educación privadas y privadas-concertadas, y menos o igual a las públicas.
Racismo – Negación del racismo. La izquierda debería tener claro que España no es un Estado racista, como lo fue Sudáfrica o lo es Israel. A nivel social, puede existir más xenofobia (temor o fobia al extranjero) que racismo, algo limitado a actitudes dentro de alguna hinchada futbolera ode grupos de extrema derecha. Aunque racismo y xenofobia son términos fácilmente intercambiables, se ha denunciado con frecuencia que existe “racismo institucional”. La izquierda debería tener más cuidado en no utilizar estas palabras tan gruesas. Es cierto que, por ejemplo, las fuerzas policiales inciden más en los controles callejeros sobre grupos étnicos, pero también lo es que personas maltratadas las hay en todos los grupos sociales.
Decrecimiento – Crecimiento. El concepto de decrecimiento queda muy limitado, dentro de la izquierda, al mundo ecologista, basado en que no hay recursos infinitos en un planeta finito. Este término es poco escuchado en los grandes medios de comunicación, por lo que apenas genera debate. La percepción básica popular es que un decrecimiento en el país nos hará más pobres. Habría que explicar muy bien que, en realidad, hay sectores que deberían decrecer (ej: turismo de grandes cruceros, consumo farmacéutico, agroindustria, sector financiero, etc) mientras que otros sectores podrían crecer (atención sanitaria, educación pública, agroecología, etc). En todo caso, no es un significante amable de sostener. Hoy en día “decrecimiento” se identifica fácilmente con crisis económica. Sería recomendable seguir utilizando significantes como “estado de bienestar” o “sostenibilidad”, por muy tópico que este pueda ser.
Ecologismo – Crecimiento sostenible. Los significantes son parecidos a los anteriores, solo que más ampliados. Lo que claramente puede justificar un crecimiento económico es un aumento apreciable de población, la cual sea receptora de ese crecimiento, no solo de unos pocos. Lo único que podría achacarse al ecologismo es, a veces, una compenetración insuficiente con el mundo rural y algún exceso sobreproteccionista puntual, mientras que el crecimiento sostenible acaba siendo un significante vacío utilizado por grandes intereses económicos.
Cambio climático antropogénico - Cambio climático natural. Una vez aceptado el cambio climático por todo el arco político, la extrema derecha recoge el escepticismo de algunos científicos afirmando que éste es de carácter natural, con el argumento de que somos nosotros los que debemos adaptarnos al clima y no el clima a nuestros deseos o necesidades. La clave del debate, sin embargo, sigue siendo la misma ¿es el CO2 (y otros gases) responsables de un efecto invernadero excesivo o no? El aumento medido del CO2 actual es de 417 pmm, más de un 50% respecto a niveles preindustriales. Es evidente que esto tiene sus efectos en el clima (veranos hasta dos meses más largos), mayores sequías, etc. Algo que tiene un carácter muy empírico (y, aún así, se pone en cuestión) por lo que sí es un significante muy positivo para la izquierda.
Colapsismo – Progreso tecnológico. En estos significantes hay que resaltar que el colapsismo es un concepto que pertenece más a la izquierda alternativa, mientras que la fe en el progreso tecnológico es compartido por la derecha y la izquierda moderada. Es evidente que el colapsismo no está presente entre las mayores preocupaciones de las clases populares. Si algún día llega, cogerá desprevenida por lo tanto a la mayor parte de la población. Los políticos de izquierda harían bien en constatar, al menos, la posibilidad de que podría llegar a corto-medio plazo, pero sin llegar al catastrofismo, pues este genera angustia y por lo tanto rechazo entre la población. El colapso, como el decrecimiento, son desgraciadamente conceptos difícilmente asumibles por la mayoría. En alguna ocasión se ha explicado desde el mundo científico que el colapso está llegando poco a poco, que es gradual. En este caso, el propio significado de la palabra “colapso” es inadecuado
Vivienda pública – Más Construcción. La simple fórmula de construir más pisos para solventar el problema social de la vivienda ya se experimentó durante el segundo gobierno Aznar y, no solo no se consiguió bajar los precios, sino que se generó una burbuja inmobiliaria que acabó en fuerte crisis económica. Aún así, la derecha sigue propugnando la receta “más construcción”, confiando en la poca memoria de la gente.
La vivienda social es la fórmula que defiende la izquierda, pero existe cierto acuerdo en que ésta debe de ser de alquiler (aunque sea permanente), no en propiedad. La vivienda es una gran inversión y la gran deuda de la mayoría de las familias. El Estado, pues, no debería privilegiar con una propiedad privada a unas ciudadanos con respecto a otros.
La acción pública contra las viviendas vacías es urgente, definiendo y explicandolo bien: no segundas residencias, sí las claramente vacías, a partir de la 3ª vivienda perteneciente a la misma persona o familia. Hoy día se puede controlar fácilmente, por ejemplo, por el no consumo de suministros. El aumento de impuestos a este tipo de viviendas es una medida urgente. La izquierda no puede defender que no existan viviendas vacías y/o que se expropien, pero sí publicitar que se las castigue con impuestos progresivos.
Conclusiones
Resulta difícil, aparte de poco recomendable, evaluar asertivamente qué significantes tienen mayor eficacia, columna izquierda o columna derecha, sin una buena encuesta que lo sustente. Pero sí puede ser cierto que la izquierda tiene que, no solo mejorar algunos de ellos, sino abrazar algunos significantes que quedan en la otra parte. En concreto, la izquierda podría reivindicar y explicar más conceptos como la libertad, la seguridad, el mérito o las cargas fiscales. Hacerlas suyas, a la vez que vendría bien descargar, al menos un poco, otros significantes donde el acento puede ser excesivo: migración, racismo, derechos LGTBI, patriarcado. El único campo que debería ser fuertemente revisado es el referente al denominado lenguaje “inclusivo”, por las razones antes expuestas. La derecha abusa y manipula significantes identitarios (ser español, disfrutar de los bares, saber salir adelante con el esfuerzo propio, derecho a la seguridad frente a la delincuencia), mientras que la izquierda cada vez tiende a caer más en reproches anti-identitarios: porque tú no eres migrante, no eres transexual, no eres “no binario”, no eres pobre (en un país donde un 74% de la población no lo es). Por eso, la izquierda, sin abandonar la defensa de las minorías, sí debería poner aún más acento en la defensa de los servicios públicos, la gestión honesta y eficaz, la actuación contra la corrupción (propia y ajena) y la reforma de instituciones que abusan de su poder (sobre todo la Justicia).
En todo caso, siempre habrá que tener en cuenta que las derrotas electorales de la (o las) izquierdas se deben más a estrategias sucias como la desinformación, los bulos, los “lawfares” (acoso judicial). Para la derecha, la mentira en sus diferentes versiones supone un arma esencial, ya que defender de forma preferente los intereses de las clases altas, siempre muy minoritarias, supondría evidentemente derrotas electorales permanentes.