Una semana como muy castellana, con dos días en Madrid, otro en Segovia y otro en Plasencia (Cáceres), donde participé en un encuentro sobre políticas de apoyo a las familias numerosas. Escuché con atención la ponencia de Roberto Martínez director de +Familia. Después compartiendo un rato de charla con él, llegamos a la conclusión de que en este tema, como en muchos otros, lo importante es trabajar y trabajar, y seguir trabajando y que con ese trabajo es como se obtienen los resultados, aunque a mitad de camino parezca que estamos demasiado lejos del destino.
Había una vez un hombre pobre que vivía en una choza cerca de un bosque. Se alimentaba con las aves que cazaba, los peces que pescaba en un río cercano, y las verduras que él mismo cultivaba, pero no tenía más para vivir.
Una noche, un monje pasó por su casa y le pidió alojamiento. El hombre compartió con él su escasa cena y su humilde morada, dejándole incluso que durmiera en su propia cama. A la mañana siguiente, el monje, en agradecimiento por su hospitalidad, decidió confiarle un secreto:
- Delante mismo de la puerta de tu casa, en el bosque que se ve desde aquí, vive un animal fabuloso que se llama Satori. Habita en las copas de los árboles. El que consiga cazarlo no tendrá que preocuparse por nada más en su vida, porque tendrá todo lo que desee.
El hombre se puso muy contento y cuando el monje se fue, construyó un hacha y empezó a talar los árboles. Con un poco de suerte, pensaba, aún estará durmiendo y lo cazaré pronto. Durante unos cuantos días el animal Satori estuvo huyendo del hombre. Cada vez que este empezaba a talar un árbol, aquel saltaba a otro cualquiera.
El hombre seguía talando y talando y como los troncos se le acumulaban en grandes cantidades, decidió empezar a venderlos como leña en el pueblo. Taló, taló, taló y taló y vendió, vendió, vendió y vendió. Tanto que sus problemas económicos se fueron solucionando.
Llegó un día en que talaba sin pensar en el animal. Cortaba un árbol, recogía la madera y se iba. La vendía y volvía. El animal también se había olvidado de él. No encontraba en aquel hombre amenaza alguna.
Una mañana, al cortar un árbol, como de costumbre, el animal Satori cayó a sus pies. Estaba durmiendo en la copa del árbol y se había olvidado por completo del hombre.
Y es que si tenemos nuestros objetivos claros (¿los tienes? si no, empieza ya mismo a pensarlos y escribirlos) y trabajamos con fuerza por conseguirlos, disfrutando de ese trabajo y casi olvidando el objetivo final, este, acabará cayendo a nuestros pies como el animal Satori.
¡A seguir talando!