Revista Cultura y Ocio
Vuelvo a leer estas palabras que me acompañaron —las llevaba en el bolsillo— ayer en el teatro: «La situación es tan teatral que, al anticiparla con su fantasía y temiendo estropearla, quien escribió estas palabras pudo sentirse tentado, mientras las preparaba en soledad, de pedir, como acostumbra, a un intérprete que las pronunciase en su nombre. Si no se decidió entonces, ha podido hacerlo en la última hora. Hay tantos cómicos hoy en esta casa que el autor del discurso puede haber encontrado fácilmente actor o actriz dispuesta a intercambiar con él posición e indumentaria. Es muy probable, sí, que quien ahora lee o finge leer estas palabras no sea el que las escribió, sino un representante». Son del discurso de ingreso en la RAE de Juan Mayorga en mayo de 2019, y da la impresión de que ya estaba pensando en su puesta en escena en un futuro próximo, que llegó en enero de 2022, cuando se estrenó el montaje de Silencio que ayer vimos admirados en el Gran Teatro de Cáceres, e interpretado por la «representante» Blanca Portillo. Inconmensurable actriz, nuevamente inconmensurable anoche en el primer gran lleno de la temporada aquí. Cuando yo vi el discurso de Mayorga contestado por Clara Janés en la página web de la RAE —el texto también puede leerse en la RAE en pdf y por la edición de La Uña Rota de Silencio y Razón de teatro (septiembre de 2019), la que ayer llevaba en el bolsillo—, pensé en que el gran homenaje al teatro que fue de principio a fin comenzaba desde su manera de decirlo —o escenificación—, pues Juan Mayorga lo pronunció de memoria, sin casi mirar sus papeles, como hace poco hizo cuando agradeció el Premio Princesa de Asturias de las Letras en octubre de 2022. Un escritor de palabras acostumbrado a que otros, los actores y las actrices, las pronuncien en su nombre; pero que cuando tiene que decirlas en público se empeña en imitar a los profesionales que las memorizan para actuar procurando no quedarse en blanco. O sea, un homenaje al teatro y a sus protagonistas. Mayorga ha logrado que un acto que tiene su ritual y un género que tiene su estructura interna invariable desde más de siglo y medio —Pedro Álvarez de Miranda ya habló en el mismo escenario sobre ello— puedan trasladarse a un espectáculo teatral de cien minutos con una sola actriz arriba y que se hace corto. Lo sorprendente es que un texto de partida tan cerrado y ceremonial se mantenga en su casi literalidad y gane en su teatralidad. Y lo más sorprendente para mí fue que lo que yo creía que iba a caerse por su carácter circunstancial —una de las partes del género es el elogio del antecesor en su sillón—, quedó ahí en una síntesis de las palabras sentidas sobre el poeta y «pensador de la poesía» Carlos Bousoño. De lo que Mayorga sí prescindió en el montaje de Silencio es de las alusiones en su discurso académico a sus propias obras —La lengua en pedazos, Reikiavik— para ocupar el tiempo en tipos como Sófocles, García Lorca o Calderón de la Barca. Ya me cautivó escuchar a Mayorga en su discurso ante sus compañeros académicos. Ya me demoré con gusto por sus cuarenta y dos notas al pie en la versión impresa. Y ahora, me alegro mucho de lo deslumbrante de haber conocido todo eso puesto en escena gracias al trabajo gestual de una actriz, a su indumentaria —con la que se juega para los desdoblamientos—, a los diversos registros de su voz, a las luces…; en fin, al teatro en el que el Juan Mayorga que tomaba posesión de su sillón M en la RAE estaba pensando cuando pronunciaba ese discurso memorable. Silencio es una coproducción de Avance Producciones Teatrales y Entrecajas Producciones Teatrales, con diseño de espacio escénico y vestuario de Elisa Sanz; de iluminación de Pedro Yagüe; y de espacio sonoro de Manu Solís; en la que el maquillaje y peluquería son de Thomas Mikel Nicolas, y con las ayudantes, de dirección, Viviana Porras, y de escenografía, Sofía Skamtz. Siempre pienso en todos los que trabajan para ofrecer tanto talento por el módico precio de una entrada de teatro. Ayer fue en un Gran Teatro lleno. Compárese con lo que he pagado hoy en una cafetería del centro de Cáceres por dos cañas sin pincho: 6, 40 €. Se dice pronto. Silencio.