Es difícil encontrar piezas de cine español que, centradas en la Guerra Civil o en el franquismo por añadidura, no hagan uso del recurso historicista para aleccionar de una manera o de otra. ‘Silencio en la nieve’ lo consigue y eso ya es un mérito a tener en cuenta. Para colmo, incluso intriga, se intensifica y consigue incluso mantenernos interesados e inquietos en las butacas. Y eso ya son dos menciones especiales.
© Alta Films
No quiere esto decir, que hacer una buena historia enmarcada en la posguerra o en la dictadura no merezcan la pena y no haya, en algunos casos especialmente, verdaderos ejemplos de buen cine. Sin embargo parece que no siempre es apetecible que hurguen en las heridas de uno, no siempre grato, por lo menos y en esos momentos, se agradece como un buen título hace uso del momento histórico, únicamente como decorado y no como temática.
A la última película de Gerardo Herrero le pasa eso. Como ya consiguiera en ‘Territorio comanche’, antepone una historia central a la trama secundaria y pasajera que según los momentos se cuela en la escenografía principal, pero que no la altera ni la desvirtúa. Al contrario, incluso la mejora.
En ‘Silencio en la nieve’, concretamente, lo innovador de la propuesta ya merece la pena, pues nos acerca a un destacamento de la División Azul, en plena campaña del frente ruso durante la II Guerra Mundial, en la que algunos soldados españoles participaron medio de tapadillo (a ojos vista del caso que le ha hecho la historia y el cine a este fichaje nazi que hicieron de las tropas españolas). Esta circunstancia resulta un ambiente perfecto en el que narrar una historia que nada tiene que ver con el III Reich, los desbandes nacionales de Franco, ni el color de la camisa de según qué protagonista.
La trama busca la vertiente de la intriga en un thriller detectivesco que sólo tendrá de guerra, el gélido escenario natural de la estepa rusa y el intermitente encontronazo entre ambas historias, que por otro lado, romanticismos en el metraje aparte, consigue desarrollarse con buena mano y construcción de personajes, que desde la primera escena cuando los vamos conociendo, encajan a la perfección en el conjunto de la narración.
Muy bien Juan Diego Botto. Excelente Carmelo Gómez. Pero son sólo dos caras más resaltadas de un elenco que brilla con entidad propia. Víctor Clavijo, Sergi Calleja (que bueno es verle en la gran pantalla), Francesc Orella, Adolfo Fernández…
Gerardo Herrero es un director bastante sólido formalmente, con una percepción especial para estructurar a los personajes y para nosotros, uno de los realizadores con mejor sensibilidad para narrar historias cercanas y humanas (valga ‘Las razones de mis amigos’ como ejemplo) pero en esta película sabe dar un giro a su enfoque, para aportar credibilidad en un escenario completamente diferente, en el que la envidia, la traición y la desconfianza son sus herramientas para definir el carácter de cada intérprete.
Ya sólo por ver una película de guerra, en la que encajen a la perfección unos acentos tan españoles, entre los habituales alemanes y rusos, dando paso a una ambientación cuidada y armónica, merece la pena pasarse un par de horas escudriñando el desenlace de este asesinato.