El silencio ya no será el mismo. En aquellos lugares donde se convierte la obediencia en estado normal un nuevo silencio se impone, más temible que el que advertimos en los lugares de culto y mucho más instigador que al que se obliga en bibliotecas y museos. Se trata de un silencio que no abre la vida a nuevos caminos sino que, todo lo contrario, los cierra o cancela, y a veces para siempre. Hoy el silencio no es condición de posibilidad, sino de necesidad. De ahí su poder legitimador. Arma contra el nuevo enemigo.
¿Pero cómo desproveerse de aquello que nos hace ser? ¿Cómo arrebatarnos y seguir luego en pie? Que el cuidado, la llamada, la voz dejen de escucharse es signo inequívoco de poderosos cambios que están actuando bajo la superficie, allí donde sujetos a altas presiones se forjan los metales que luego resisten al poder del tiempo.
"¿Hay una ganancia real en el mundo de los seguros, de las vacunas, de la higiene minuciosa, de la prolongación general de la vida? (...) Cuando una nave se va a pique, también se hunde la farmacia. Lo que importa son otras cosas; por ejemplo, ser capaz de sobrevivir algunas horas en el agua helada. La tripulación de elevada edad media que ha sido vacunada varias veces, que está libre de microbios, que se halla habituada a los medicamentos, tiene en ese caso menos perspectivas de sobrevivir que una tripulación diferente que desconoce tales cosas. Una mortalidad mínima en tiempos tranquilos no da la medida de la verdadera salud; de la noche a la mañana puede trocarse en lo contrario. Y aun es posible que esta mortalidad mínima genere epidemias antes desconocidas. El tejido de los pueblos se torna propenso a enfermar." (Ernst Jünger)