Revista Opinión

Silencio tras el tráfico de indocumentados en Tamaulipas

Publicado el 07 noviembre 2010 por Gollino

El presente artículo fue publicado en periodico español Diagonal el día 6 denoviembre de 2010
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Tras la matanza de un grupo de migrantes ejecutada el 27 de agosto pasado en el estado de Tamaulipas, en el norte de México, y realizada supuestamente por la organización criminal de Los Zetas, el tema del secuestro de migrantes de paso en el país se ha vuelto central. Tras décadas en las que el tema migratorio consistía sobre todo en hablar de los paisanos que se iban al otro lado, finalmente la sociedad mexicana comienza a voltear su mirada hacia los flujos de personas que cruzan México para llegar a Estados Unidos.

Serían poco más de medio millón cada año las mujeres, hombre y niños que cruzan México con el sueño de una mejor vida. Proceden de Centroamérica y América del Sur, pero también de África, de China y otras regiones asiáticas. Tuvieron que morir 72 seres humanos para que la sociedad mexicana descubriera de vivir en un “país de tránsito”.

Hasta hace poco, sólo el vasto abanico de personas y organizaciones dedicadas al tema migratorio conocían esta realidad. Y de este amplio grupo, sólo algunas organizaciones atendían la urgencia de comprender este fenómeno y la necesidad de limitar los daños de un viaje - cruzar a México - que muchos migrantes describen como un verdadero infierno.

Más de la mitad de las mujeres, parte de esta multitud, habrían sufrido algún tipo de violencia sexual en 2009 según reportó Amnistía Internacional. En el primer semestre de 2009, además, al menos 10.000 migrantes habrían sido víctimas de secuestro, reportaron datos de distintas organizaciones reunidos en el informe de la Comisión Nacional de Derecho Humanos (CNDH) sobre el tema. Cifra por debajo de la realidad, admiten los recopiladores, pues la mayoría de los migrantes secuestrados no se preocupa de denunciar el abuso.

No hay pero cifras que den la dimensión del negocio que se esconde tras tanto sufrimiento y tanta esperanza invertida y muy a menudo frustrada. El tema del tráfico de indocumentados y de las redes criminales que lo gestionan es un asunto muy delicado que pocos quieren mencionar. Los testimonios hablan de “seguras represalias” para quienes denuncien funcionarios corruptos, agentes políticos locales y nacionales, grandes capos y criminales, pequeños ejecutores de los viajes clandestinos.

La razón es sencilla: la trata de personas sería el tercer rubro (tras el tráfico de droga y el de armas) por dividendos económicos para la delincuencia organizada. Si así es, ¿cómo tocar dichos intereses sin lastimarse? ¿Cómo incidir en un terreno tan delicado que cuenta con el amparo casi incondicional de autoridades? ¿Cómo, finalmente, romper con un círculo vicioso que contempla el silencio de los migrantes mismos, víctimas de una necesidad ineludible - la de llegar a su destino sanos y salvos - y de la total desprotección de las autoridades?


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