Hay silencios que no se explica que queden relegados a las periferias del pensar. Será que las periferias recogen lo que fuerzas centrífugas no logran contener expulsándolos a las afueras, como restos malogrados de obras inacabadas. Cuáles de estos sobrantes son centrales es una cuestión que sin duda requiere salirnos del pensamiento académico y zambullirnos en la aventura del conocimiento. Los advertimos no por lo que se dice de ellos, pues ya hemos dicho que son expulsados del convento y la opinión, sino por la manera como se muestran sin llegar a decirse. Aquellos sustratos subyacen a lo explícito, incluso sosteniéndolo y dándole unidad, pero sin llegar a verbalizarse. Dando forma a relatos, ficciones o piezas hiladas, causan estupor y alegría en quien los descubre, como el que halla la manera de convertir el mineral en piedra refulgente.
José Antonio Porcel, Árbol en el río
"El lenguaje no vive de sus propias leyes; si así fuera, el mundo lo dominarían los gramáticos. En el fondo primordial la palabra no es ya forma, no es ya llave. Se identifica con el ser. Se torna poder creador. Y ahí es donde está su fuerza enorme, que jamás podrá ser convertida en moneda. Lo único que aquí hay son acercamientos. El lenguaje habita en torno al silencio a la manera como el oasis se emplaza alrededor del manantial. Y el poema corrobora que se ha logrado entrar en los jardines intemporales. De esto vive luego el tiempo." (Ernst Jünger, La emboscadura)