Silent Hill es, en mi humilde opinión, el mejor juego de terror en la década de los 90. O por lo menos, los primeros 3, ya que, al entrar a la generación de las nuevas consolas, no pudieron aprovechar los gráficos avanzados y en lugar de construir historias tan terroríficas como las que ya nos tenían acostumbrados, optaron por seguir una línea de juego totalmente diferente a la que nos provocaba insomnio y traumas al escuchar cualquier alarma o ver incluso, una enfermera de blando.
Pero el objetivo de esta crítica no son los juegos, sino la nueva película que ha llegado a cines: Silent Hill 2, Revelaciones. Y es que, a diferencia de su competidora directa (hablando de videjouegos adaptados a la pantalla grande), Resident Evil, Silent Hill está hecha más para fans que para sacar algún provecho monetario (aunque en el fondo, en realidad el objetivo de cualquier película con base en videojuegos, libros o cómics sea el de sacar recursos económicos). Si la primera parte había resultado tenebrosa, y había sido alabado por los fans de los videojuegos al mantener una temática muy apegada a la original, y sobre todo, los efectos, personajes y la increíble, característica y hermosa música cortesía de Akira Yamaoka; esta segunda parte queda en la delgada línea de seguir alabando a los fans, e intentar captar nuevos seguidores intentado ser más comercial.
El problema de intentar satisfacer a más de dos públicos a la vez es que puedes caer en el error de perder a ambos y que tu producto termine siendo algo sin sentido, malo, cuyo único sostén sean los personajes sacados directos de la estética de la consola. Silent Hill queda entre esos dos caminos, aunque a su favor, podemos decir que sigue complaciendo a los fans quienes han jugado el tercer título de la saga, pero con unos pequeños cambios entre explicaciones del mito, personajes secundarios sin importancia y un poco más de efectos de los necesarios en esa búsqueda de atraer más fans para las próximas películas de la saga.
Básicamente, en pocas palabras, la película no es mala, pero dista mucho de ser mejor que la primera parte. Los efectos son buenos y la presencia de actores de renombre como Carrie Ann-Moss o Malcolm McDowell sea mal aprovechada. Y que tiene los elementos clásicos de una película de terror común (sangre, sustos y situaciones extrañas), sin dejar de ser los elementos característicos (como esas enfermeras que siguen siendo el motivo por el cuál odio pisar un hospital) y esa alarma, otro gran miedo en mi vida, gracias a que en mi pre-adolescencia tuve la genial idea de jugarlos a medianoche.
Si no son fans de la saga, no se acerquen. Si son fans, la disfrutarán. Así de simple.
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