Confío en no romper ningún secreto al reproducir el mensaje que esta mañana he encontrado en facebook: «Muchas gracias por tu mensaje y pensamiento compañero. Sigo con el ánimo arriba, confiando. Ahora toca trabajo y rehabilitación. A por ello voy!!! Te abrazo fuerte Julio... Con los ojos cerrados. S». Firma Silvia Abascal, que ha pasado, como todos sabéis, por un complicado episodio de salud que, afortunadamente, está en vías de superación.
Silvia es una de las mujeres más bellas que he conocido y, por el breve contacto que he mantenido con ella y lo que me han hablado varios de sus amigos, estoy convencido de que su belleza física -serena, transparente, acogedora- corresponde a una mujer de igual belleza interior. Tamzin Townsend, que la dirigió en «Días de vino y rosas» (la foto es una de las imágenes promocionales de aquel espléndido montaje), me decía tras un ensayo: «Es imposible afearla», en referencia a las últimas escenas de la obra, en las que el personaje de Silvia se convertía en una mendiga alcohólica envuelta en andrajos. Y Tamzin tenía razón. No había manera de esconder la belleza de Silvia a pesar del raído jersey que llevaba puesto.
En «Días de vino y rosas», Silvia ofrecía una espléndida actuación. No era -tampoco el de su compañero de reparto, Carmelo Gómez- un papel sencillo: en apenas hora y media su personaje pasaba del cielo al infierno, de la felicidad absoluta al fracaso demoledor... La brillante y aguda partitura del principio de la obra se apagaba y se convertía en una sucesión de graves, a los que la actriz les daba siempre el color adecuado. A mí he había convencido ya de su categoría en otro dúo, dirigido también por Tamzin Townsend: «Historia de una vida», que protagonizaba junto a Luisa Martín.
Mi relación con Silvia Abascal se limita a un par de entrevistas; la primera a raíz del estreno de la película «La dama boba» y de la obra «Siglo XX, que estás en los cielos», de David Desola, donde la dirigió Blanca Portillo y donde terminamos hablando de danza, una pasión que tenemos en común. Después estuve una fría mañana de invierno en el bar Clarita, al lado del teatro Lara, compartiendo una interesante conversación con ella, con Tamzin Townsend y con Carmelo Gómez. Facebook ha sido después nuestro medio de comunicación, y por ahí he intuido (no se puede llegar más lejos) a una mujer de una gran simpatía, cariñosa y vitalista... Así me dicen que es nuestros amigos comunes y, como no puede ser de otra manera, aprovecho este blog para devolverle el abrazo... Pero con los ojos abiertos, porque sería un crimen cerrarlos ante tanta belleza.